martes, junio 08, 2010

LA PRINCESA QUE CREÍA EN LOS CUENTOS DE HADAS

La princesa que creía en los cuentos de hadas
trata, en modo de relato infantil, el proceso de descubrimiento de la verdad por una princesa, Victoria, educada bajo el corsé de unas rígidas normas que no permitían el más mínimo explayamiento de sus inquietudes personales reflejadas en su ser interior, Vicky, con quien entra constantemente en conflicto, pues no es aceptada por su entorno.

Esperando la llegada de su príncipe encantado durante toda su infancia y adolescencia, finalmente ésta llega puntual e ilusionante, plena de amor. Pero tras una etapa de encantamiento y felicidad, el príncipe comienza a manifestar su lado negativo derivado en última instancia de la ausencia de cariño en su infancia. Cree que su princesa está invadiendo su espacio vital y reduce su autoestima, y lo que antes era el Doctor Risitas, cariñoso y haciendo la vida feliz a los demás, se convierte cada vez más en el Señor Escondido, un ser huraño, envisioso y reprochador.

Victoria, contrariada e intentando por todos los medios revertir la situación y retornar al Señor Risitas sin éxito, busca el consejo de un búho sabio, quien le recomienda un viaje hacia el Camino de la Verdad, para llegar al País de Es y el Templo de la Verdad, en el que los cuentos de hadas pueden hacerse realidad. Será un viaje lleno de obstáculos, pero en el que aprenderá a pensar por sí misma y a extraer la verdad de su interior.

A pesar de ser catalogado como libro de autoyuda, es un relato que invita a creer en sí mismo y a autoconfiar en nuestras capacidades.

Pero lo mejor del libro son una serie de frases que invitan a pensar:

- Para que cambien las cosas, debes cambiar tú primero.

- Nunca se puede aprender la verdad en boca de los demás, cada uno debe descubrirla por sí mismo.


- La habilidad para hacer lo que es mejor aunque no coincida con lo que uno quiere, es un signo de madurez.


- El miedo y la duda nos impiden ver la realidad.


- Sentir que nos estamos ahogando es una oportunidad para conocer la verdad.


- Cuando a uno le duele el estómago de hambre y desconoce la verdadera causa de este vacío, las ilusiones se convierten en su amo y él en su esclavo.


- Las heridas diarias pueden obligar a la gente a realizar cosas extrañas y les hace sentirse vacía.


- La gente se convierte en víctima de víctima cuando su necesidad de ser amada eclipsa su necesidad de ser respetada.


- La gente busca lo que conoce, lo que le resulta familiar y más cómodo, pero siguen desesperadamente intentando hacerlo bien, encontrar la solución y terminar los asuntos pendientes; por desgracia, casi siempre tratan de hacerlo de la misma forma con la que fracasaron la primera vez.


- Todo es como queremos que sea, eso es lo que hace que sea perfecto, y lo único imperfecto es tu mamera de percibir la perfección.


- Algunas de las lecciones más valiosas se aprenden cuando el dolor es más intenso.


- Uno no puede amar a una persona que no le gusta, y eso significa que te guste lo que la otra persona es en realidad y no lo que quieres o necesitas que sea.


- El amor verdadero significa libertad y crecimiento antes que posesión y limitaciones.


- Cuando uno no es tratado con respeto, aparece el dolor y nadie lo puede evitar.

A nivel personal, algunas de estas frases me han impactado. La vida es muy dura, y para una persona sensible como yo, con extremada propensión a sufrir terremotos emocionales, con apariencia externa de seriedad y sensatez, pero con graves contradicciones internas, nos pone en situaciones complicadas que exigen finalmente decisiones importantes. Hay que sopesar todo, estudiar de arriba abajo los problemas, ponderar las posibles soluciones con sus beneficios y pérdidas. El trayecto habitual es el retorno a los cuarteles de invierno, buscando el abrigo frente a las inclemencias para evitar los riesgos inherentes de quedarte a la intemperie. Pero, en este caso, hay que tener en cuenta que la amargura fagocita poco a poco el terreno a la felicidad y destroza progresiva y aceleradamente tu interior.

Hace unas semanas un amigo se me quejaba que quería encontrar el equilibrio. Le pasé mi reflexión sobre los equilibrios. Me dijo que lo había entendido perfectamente y que me volvería loco si no me conformaba con lo que tengo. No le hice caso. Tenía razón. Quise buscar mi verdad, la encontré, pero ésta resultó un imposible. Es el peligro de encontrar la verdad de uno mismo: que puede no ser la que quieres oir, o que es irrealizable e imposible.

Gran parte de nuestra vida buscamos esa persona perfecta que te haga vivir cada segundo con intensidad, que te haga decorar la vida con una paleta de colores con todos los tonos posibles, que te motive a hacer todo lo rutinario y farragoso sólo porque lo haces para la persona a la que amas, que desees no dejar este mundo para disfrutar todo lo posible de lo bueno que tiene esta vida con ella. Te cruzas en la calle con muchas mujeres pensando en si no será esa persona que te gustaría conocer profundamente mucho más allá de una simple percepción visual. Casi nadie lo logra en realidad. Y menos en el momento oportuno. Lo que es frustrante es encontrarla a destiempo, cuando no lo esperas. Porque las renuncias son demasiado traumáticas y llegas fuera de puntualidad y situación. Termina por afectarte a lo más hondo de tu ser y te perfora la línea de flotación.

Sí, como bien decía mi amigo, para volverse loco...

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