PERSONAJES DEL TEBEO (7)
NENÉ ESTIVILL
Alejandro María Estivill (Pontevedra 1926), más conocido como Nené Estivill, empezó su carrera como dibujante profesional durante los años 0 en revistas gallegas como Camino o Potosí, para las que creó sus primeras series: El malvado Doctor Cianuro y su ayudante Panduro y Cañete Camarón, deportista de afición. En 1956 fue contratado por Editorial Valenciana y publicó en su semanario Jaimito la serie La bola, y nuevas entregas de Cañete Camarón.
En 1958 comienza a trabajar en la Editorial Bruguera con chistes sueltos, y más tarde con La terrible Fifí en Pulgarcito y Silvano Mangano en Can Can.
En 1961 aparece Agamenón en la segunda etapa de la revista Tío Vivo, una de las pocas historietas de Bruguera en que se mostró un ambiente rural. Continuó trabajando como historietista hasta los 70.
AGAMENÓN
Agamenón es una de las pocas historietas de la época, si no la única, ambientada en el mundo rural, del que ofrece una imagen bastante atrasada. Las historietas son breves, de una o dos páginas. La acción se sitúa en un pueblo de localización indeterminada
El protagonista es Agamenón, el mozo más bestia del pueblo, aunque de buen corazón. Es un mozo brutote, un tanto cerril, gran comedor de habichuelas con chorizo, fuerte y duro como una mula, dormilón y perezoso, pero muy bien intencionado. Al mismo tiempo, tienen la picardía suficiente para valerse de su aparente estulticia y ajustarle las cuentas a los maliciosos que quieren aprovecharse de él o abusar de algún desvalido.
Junto a él, una galería de secundarios: sus padres (su padre, Don Cipriano Cazurrillo, con una característica boina alargada), su abuela, el Tío Lirón, el Tío Perico (dueño de la tienda de comestibles), el guapo Currico Semola, la señora Cayetana, la señora Sinforosa, sus amigos Romualdo Ceporro Petiso "El Turuta", Manolo Cidón "El Pedorro", Renato Raposo Rabudo "El Mandanga", las gentes del pueblo de Villamulas del Monte como el Tío Ruperto, Eleuterio Diligente ("Jimi el Rápido") , el Tío Liborio, Eustaquio Calamidad "El Miserias", los viejos como el Tío Evitelio, el Tío Unvelino, el Tío Lisardo "El Larguirucho", los componentes de la aristocracia pueblerina como Don Ruperto (el alcalde), el Doctor Serrucho, el marqués de Perogrullo, Olegario (el alguacil), los competidores deportivos de Agamenón y otros geniales en su papel de relleno, como el comandante del puesto de la Guardia Civil, el médico, el párroco, la maestra o el secretario, el interventor y contable del Ayuntamiento.
Desde la primera entrega, el alcalde y su padre están en eterna conferencia para mejorar el pueblo o sacar al mozo de su ignorancia e indolencia. El buen Agamenón, discurriendo para resolver estos problemas locales hace, sin querer, alguna trastada de las gordas.
Agamenón y los mozos del pueblo lucen la boina como prenda distintiva, y muchas de las mujeres, entre elllas su abuela, llevan la cabeza cubierta con un pañuelo.
La vida en Villamulos está basada en unos usos bastante insanos. La higiene está bien valorada, pero esta valoración no obliga a bañarse más de una vez al año. Las decisiones se toman siempre a golpe de porrón entre las fuerzas vivas, que "viven" en un estado semi-alcoholizado y que fuman constantemente cigarrillos de picadura.
La alimentación de basa fundamentalmente en alimentos elevadísimos en colesterol (chorizo y judías con tocino). La presencia del pregonero, la importancia de la fuente de la plaza, de los pucheros, de los corrales, de los graneros y de los pajares, conforman la visión tópica del pueblo. También los detalles como la construcción de cada silla, el cordel que ata el tapón de cada porrón, las nubecillas de polvo que se levantan al caminar por las calles del pueblo.
Los diálogos de los personajes reflejan el modo de hablar del medio rural, quizá especialmente de la zona de Aragón (diminutivos en -ico, vacilación entre la e y la i). En la última viñeta de cada historieta, la abuela comenta siempre con la misma frase la salvajada de Agamenón: "igualico, igualico, quel defunto de su agüelico".
Agamenón es un marco donde se refleja esta España campesina un poco romántica y práctica que desaparece poco a poco. Y es en este contexto de cambio social, con la desruralización progresiva del país tan manifiesta en los 60, donde se sitúa. Una recreación amable, con el encanto de las cosas cotidianas que se fueron para siempre, fue capaz de hacer sonreir sin malicia a miles de lectores que veían en esto una saga estrictamente poética sin niguna posibilidad de alienación.
Fue una de las primeras series de historietas españolas en tratar de reproducir el lenguaje oral, registrando una escalada de situaciones con hábil coreografía y un gusto impecable por el absurdo y el surrealismo como aspecto doméstico, coloquial y costumbrista.
LA TERRIBLE FIFÍ
Fifí es una niña mala com premeditación y alevosía, tremendamente inteligente y astuta que, en cierto modo, puede considerarse la antítesis perfecta del buenazo, pero tonto, de Agamenón. A diferencia de éste, Fifí pertence a una familia de la burguesía acomodada que muy bien puede residir en un viejo barrio de aristocrático de Madrid o Barcelona. La mansión es amplia, llena de cortinajes, retratos enmarcados y muebles de rancia solera. En esto se pone en evidencia el gusto de Nené Estivill por la ambientacíón cuidada, sumamente exquisita, y el tratamiento acertadísimo a la iconografía de los personajes que intervienen en la acción.
A pesar de todo esto, La terrible Fifí es, en el fondo, una serie nostálgica como lo era Agamenón. Nené Estivill nos ha dado las dos caras de un mundo decadente y, a la vez que esbozamos una sonrisa, nos ha querido decir que ambos ya no existen. Fifí, la catalización de la perversión burguesa decimonónica, y Agamenón, el símbolo del estatismo campesino ancestral, se encuentran desplazados en una estructura social tecnocrática y consumista con nuevos problemas y nuevas tensiones.
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