GITANO GONZÁLEZ
Corría la temporada 72-73, nuestro equipo llevaba una trayectoria irregular a mitad de la primera vuelta, y el tuerto ya había hecho su aparición por Mestalla, con el que el tándem granadinista Aguirre Suárez-Fernández tenía comisión (nos habían lesionado a medio equipo en Los Cármenes, en el famoso partido de la grave lesión de Forment).
Veníamos de perder en casa con el Madrid, y en Sarrià por un sonrojante 3-0. La delantera no funcionaba. Necesitábamos un revulsivo.
Di Stefano, dado a golpes de efecto pensó en un joven jugador del amateur, Antonio González Vargas, e hizo un experimento con gaseosa Revoltosa, subiéndolo al primer equipo sin pasar ni por el filial (algo así como lo de Diego Ribera años más tarde). Lo hizo debutar en Mestalla contra el potente Athletic de Bilbao.
Comenzó marcando el Athletic, y la grada de Mestalla empezó a preguntarse por la sensatez de Di Stefano. Pero en un balón suelto por la raya del área, el Gitano González (como una copla de Peret), se lanzó en semichilena y empalmó un chut que dejó helado a Iríbar, empatando el partido. Más tarde marcó otro gol. Ganamos 4-1.
El campo creyó ver el nacimiento de una estrella. Levantó casi tantas pasiones, como gente en un paso de cebra su congénere Farruquito. Pero la estrella fue muy fugaz, pues dos meses después, el mister lo devolvió al filial, haciendo apariciones muy esporádicas en el primer equipo.
El año 76 entró en la operación Carrete, y fue al Oviedo, donde jugó dos temporadas y colgó las botas.
Foto: www.ciberche.com
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