Creo que ya se ha dicho todo o casi todo de David Bowie con motivo de su muerte esta mañana. Bowie no era un músico al uso, ni un cantautor. Era un ARTISTA, con mayúsculas. Voy a intentar dar mi visión personal de lo que Bowie ha supuesto para mi formación musical personal.
Supongo que casi todos vosotros os habéis empapado de Bowie en vuestra edad adolescente o ya adulta. Yo, sin embargo, tomé primer contacto con él a los 9-10 años a través de dos LPs suyos que a mi hermano Antonio le pasaron en cinta de cassette. La primera vez que lo escuché me pareció algo rarísimo, con una voz que no guardaba los cánones melódicos al uso en la época, con esos giros vocales impropios de los mejores crooners. Recuerdo aquellas veces que cogía gripes, y que desde la cama machacaba hasta la saciedad el magnetofón de mi hermano con aquellos dos discos, el primero oficial, Space oddity, y The man who sold the world.
El mundo cambió para mí cuando me sumergí en ambos discos. Eran melancólicos, rock, folk, pop,... un cantante con una voz tan poco mainstream y unas melodías tan poco edulcoradas como las de entonces que me hechizaba. Tanto, que fue mi cantante favorito de la infancia. Me sentía un bicho raro. En el cole iba relatando las maravillas de mi cantante. Se burlaban de mí diciendo que Bowie era gay. Yo decía que me daba igual, que tenía unas canciones que me hacían ponerme eufórico al oirlas.
A partir de entonces la casa de mis padres se empezó a llenar de singles de Bowie comprados en El Corte Inglés, que entonces en Barcelona sólo existía en el edificio actual de Pl. Catalunya. Nos encantaba a los cuatro hermanos. Como era de esperar, en las emisoras de radio de entonces Bowie no sonaba, sólo en aquéllas que tenían más contacto con la música anglosajona, que eran muy contadas.
Recuerdo aquellos domingos que, esperando que diesen en Radio Nacional los resultados de 3ª división de fútbol, para apuntarlos celosamente en un calendario Dinámico y actualizar las clasificaciones, había un programa en que se votaba la mejor canción de la semana. Yo deseaba que ganasen Diamond dogs o Life on Mars? (cuyos singles ya teníamos en casa), ante canciones como My love de McCartney, I shot the sheriff de Clapton, Give me love (give me peace on Earth) de Harrison o Un ramito de violetas de Cecilia. Creo que Clapton se llevó la palma la mayor parte de veces con la canción original de Bob Marley. Recuerdo esa fiesta de 7º de EGB en que montamos un baile con las chicas, la única ocasión al año en que nos podíamos juntar. Teníamos que llevar discos para bailar. Yo llevé Fame, una canción que me enloquecía, con aquellos riffs de guitarra funky y aquellos coros ascendentes y descendentes al final de la canción, y Rebel rebel, una canción bastante rockera. Cuando las escuché sonar ante todos mis amigos y las chicas, me sonrojé de vergüenza por osar ponerles una música tan rara (entonces me sonrojaba hasta cuando me miraba una chica), pero al final varios de ellos me felicitaron por haberles puesto Rebel rebel.
Mi contacto con David Bowie fue difuminándose en la adolescencia. Entonces comenzaba a escuchar más música pop-rock anglosajona. Hubo un repunte con el disco Scary monsters y su fenomenal single Ashes to ashes, otra supercanción acompañada por un famoso videoclip. Poco después me enteré que Bowie había hecho un single con otros de mis héroes de la infancia, Freddy Mercury y los Queen. No me lo podía creer... Sólo faltaba que Kraftwerk y los Police hicieran otro y ya me podía morir tranquilo...
Y Bowie vino por mi ciudad. No me lo podía perder. Fue en la gira Glass Spider Tour promocionando su disco Never let me down. Fue un concierto espectacular, con Bowie bajando al escenario desde lo alto de las tramoyas ataviado en un elegante traje y con una coreografía alrededor acompañándole todas las canciones. Un momento especial. Había visto a mi héroe de la infancia, y me había encantado. Todavía conservo en la retina algunos momentos del concierto, cuando bajo los riffs de Peter Frampton y Carlos Alomar, Bowie cantaba Bang bang, original de Iggy Pop, con una fan rescatada del público que en realidad era una bailarina de la coreografía.
Mis conocimientos musicales se iban ampliando, y Bowie era una referencia para mí y para gran cantidad de músicos. Sus discos seguían siendo buenos, pero había que releerlos bastante para sacarles bien el jugo. Bowie tocó muchos estilos, y todo lo hacía con dignidad y en algunas ocasiones con brillantez. Era un artista que no amarilleaba; siempre supo, no sólo adaptarse a los cambios, sino en muchas ocasiones adelantarse a ellos.
Quizá su muerte musical se produjo en aquel concierto de 2004 en el que sufrió un infarto. Sus dos discos anteriores habían sido de los más flojos de su discografía. Él ya tenía sus ansias artísticas enfocadas hacia otros caminos, y no necesitaba ya demostrar nada en el mundo de la música. Nos sorprendió hace dos años con The next day, y a finales del año pasado anunciando un nuevo disco que él sabía o intuía que sería el último. Pero nosotros no...
Ayer mismo lo estuve escuchando en Spotify. Un disco que hay que escuchar más de las tres veces que postulo en mi lema. Y esta misma mañana posteé en Facebook una canción que me gustó de lo que escuché para dar los buenos días, I can't give everything away. Cuál ha sido mi sorpresa al empezar a ver noticias de que había fallecido. No me lo he creído en primera instancia, pero cuando medios serios y el propio hijo de Bowie lo han anunciado, se me ha venido el mundo a los pies.
Porque con la muerte de David Bowie se ha muerto un pedazo muy emotivo de mi corazón. Gracias a David Bowie me gusta la música. Y gracias a él siempre me ha seducido adentrarme en terrenos desconocidos para mí. Bowie vivió para disfrutar de la vida y de sus oportunidades, y nosotros disfrutamos de él y disfrutaremos con su legado. Ese legado que permanecerá como un clásico de la música de los últimos 50 años. Gracias, maestro, por habernos hecho la vida tan bonita.
Para ilustrar musicalmente esta entrada, muy complicado elegir canciones de su discografía. Pero como esta entrada es muy personal, he elegido dos de mis canciones favoritas de la infancia. Fame, coescrita con John Lennon, y una rareza dentro de su selecta discografía que me encantaba en aquellas gripes infantiles, Running gun blues de su The man who sold the world:
Fame - David Bowie
Running gun blues - David Bowie
3 comentarios:
CONMOVEDOR
No se había dicho todo. Faltaba esto. Abrazo.
Una gran pérdida para el mundo de la música, pero ahí queda su inigualable legado.
Un abrazo, Bernardo y Johnny.
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