viernes, mayo 02, 2014

UNA DERROTA PARA CRECER

Se hace difícil escribir cuando tu equipo pierde en el descuento tras un esfuerzo ingente por remontar lo imposible. Se hace difícil tratar de explicar cómo una delgada línea separa un éxito largamente esperado de un fracaso larvado minuto a minuto. Pero el fútbol tiene estas cosas. A pesar de que parezca controlable en sus efectos, los estímulos externos muchas veces tienen una incidencia muy superior a la razonable.

A toro pasado se nos ocurren multitud de detalles y situaciones que podrían haberse desarrollado de otra manera. Pero todas ellas, lejos de servir para rasgarnos las vestiduras, deben servir para crecer, para madurar y para intentar hacer las cosas mejor en el futuro. De partidos como éste han surgido tiempo después nuestras mejores victorias.

Y es que derrotas de este tipo las hemos vivido todos los aficionados de todos los equipos. Yo recuerdo, con 7 añitos, mi indignación tras perder injustamente una final de Copa, con una actuación arbitral increíblemente parcial, de un colegiado vizcaíno cuyo nombre más vale no recordar. Luego te enteras que había algo más que un simple arbitraje, pero a esa edad un desencanto y una decepción tan fuerte cuesta digerirla. No hace falta ser pequeño para que esa dificultad digestiva sea tan grave, pero de ayer se me queda en la memoria la cara de un niño roto por el dolor de la derrota. Todos hemos pasado por eso y nos ha servido para saber valorar mejor las victorias. En aquella Copa del, entonces, Generalísimo, yo era ese niño de ayer…

Y fue una derrota cruel, porque una afición que tan sólo hace una década era la afición del mejor club del mundo, necesitaba volver a creer en su equipo, y pasar esas primaveras que los nervios se apoderaban de nosotros por los títulos que nos jugábamos y por las proezas que íbamos consiguiendo. Fue cruel, porque ya nos veíamos en la final. Pero también es verdad que enfrente había una afición que tenía una ilusión similar y confiaba en su equipo. Un equipo que explotó sus puntos fuertes y buscó las debilidades del contrario para conseguir su fin, y para el que la suerte estuvo de su lado la mayoría de los 360 minutos de la eliminatoria.

Seguramente, el hecho de no estar in situ y absorber toda la tensión de la noche sólo a través de una fría pantalla de ordenador, me hace tomar demasiada distancia respecto del pique entre aficiones, pero seguro que nuestros objetivos, nuestras filias y nuestras fobias no se diferencian mucho unas de otras. A ellos les toca ahora la oportunidad de tocar la gloria. Suerte en el intento.

Hoy tenemos una sensación de abatimiento, pero el túnel deportivo atisba una luz al fondo. La luz de una afición que nueve montañas y mete goles ella sola. Debemos sentirnos muy orgullosos de la noche de ayer. De un equipo de calidad limitada, la afición ha conseguido levantarlo, ayudado por el entorno técnico y directivo, y hacerlo capaz de remontar eliminatorias imposibles. Esa ilusión es la que debe saber canalizar el próximo máximo accionista del club. Para lo bueno y para lo malo, porque gracias a esta afición, que ayer demostró su fuerza y ser una de las mayores y más fieles del mundo, obtendrá pingües beneficios, pero si actúa de espaldas a ella, con toda seguridad saldrá perdiendo rendimiento económico e imagen. El dinero, todo lo puede, pero en el fútbol las matemáticas no suelen ser exactas…

Lo de ayer es como una ruptura amorosa muy dolorosa. Tenemos la suerte de que cada año, cada temporada, se nos pone a disposición un nuevo amor adaptado a nuestras posibilidades. No desaprovechemos esa oportunidad. Nos levantaremos y seguiremos, sin mirar atrás, sólo para hacer mejor lo que hicimos mal y para darnos cuenta de que tenemos un tremendo potencial. Lo nuestro este año fue un romance intenso con el amor UEL, pero los próximos años ya llegará aquél en que optemos a la number 1 y la consigamos. Y ese niño cuyas lágrimas bañaban su rostro sabrá apreciar lo difícil que es lograrlo y ser dará cuenta que, gracias a noches como la de ayer, el amor por este club es algo que sólo nosotros podemos explicar y sentir. Y ese niño de ayer escribirá textos tan emocionalmente contenidos como éste cuando volvamos a sufrir una derrota injusta...

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