EL PUZZLE
Las vacaciones son una buena época para reflexionar. No sólo para efectuar concienzudos exámenes de conciencia, sino para recapitular y tratar de corregir las desviaciones y disfunciones causadas por la competitividad diaria. Para recolocar las piezas del puzzle vital, y tratar de moldear su forma, aunque finalmente no se pueda completar porque siempre se extravía alguna. Y digo extravía, porque cuando lo adquieres, las piezas están completas, pero por diversos avatares algunas desaparecen y siempre te obcecas y pierdes tiempo precioso en buscar alguna en concreto cuando no está.
La vida es un constante toma y daca. No puedes parar ni un segundo. Donde quiera que vayas, recibes agresión tras agresión. Pero esto ha sido así siempre. La diferencia actual es que muchas veces nos lo tomamos como un ataque a nuestra supervivencia, cuando se trata en la mayoría de ocasiones de simples marcajes de terreno, y simples reclamos de atención, y reaccionamos desbocadamente ante situaciones que no amenazan directamente nuestra seguridad vital.
Cualquier variación en nuestros planes provoca desequilibrios enormes. Emocionales, y finalmente físicos. Con lo que la cadena de inestabilidad se dispara, y si no se detiene en momento oportuno, provoca estados de difícil de retorno. En cualquier momento nos puede pasar a cualquiera. Hasta el más cuerdo de los mortales puede ver derrumbarse sus más sólidos pilares, sin saber el porqué.
El porqué siempre existe. Lo más probable es que sean muchos porqués, y que se hayan producido mucho tiempo antes. Pero siempre hay un detonante que deja en evidencia la fragilidad de nuestro castillo de naipes.
Y todo esto te pasa por la cabeza en un momento muy determinado. Algunos lo llaman la crisis de los 40, que puede no coincidir con esa edad, sino ser posterior, o incluso inmediatamente anterior. Es esa edad que llegas machacado por la vida, y piensas que aún te queda otra media de sufrimientos y en condiciones físicas cada vez peores. Y supones que mentales.
Es fundamental resolver los problemas diarios y acabar el día con la sensación de haber hecho los deberes. Pues mañana va a haber más. Hay épocas que estos deberes son más fáciles, y otras, más difíciles. No hay que angustiarse ante estos últimos. De todo se sale. A menudo surge una mano salvadora que te dice que lo estás haciendo mal, y que pares, reflexiones, te concentres, y respondas con calma, pero con la contundencia debida para que no te pisen. Y si no surge, es muy importante tomarse cada día ese tiempo para recomponerse.
Lo importante es no estancarse. Saber que la vida sigue, que tiene cosas bonitas que están ahí para que las descubras, y no dejar que te importune lo accesorio y lo banal.
Cuando pierdes la autoconfianza, todo se nubla. Tienes miedo a no saber responder, o a no tomar la decisión más calculada. Todo se torna negativo. Esperas respuestas, y no llegan. Esperas ayudas, y no llegan. Esperas salir del lodo, y notas que te hundes cada vez más. Cualquier actividad que te haga recuperar la confianza en que lo puedes hacer bien, es buena. Pero cualquier acto que haga reforzar esos pilares básicos de tu vida, es fundamental. Una vez te cercioras que ni un huracán va a derribarlos, la confianza es ti mismo te saca de todos los apuros.
Uno elige un trabajo y un proyecto futuro en un momento de la vida. Un puzzle, en definitiva. Con el tiempo se cae en la desidia, en el conformismo y en la comodidad. Pero siempre surgen retos nuevos ante los que hay que variar en el tipo de respuesta. Y la clave está en no mirar atrás, al pasado, ni a los lados, comparando con el vecino, y ni demasiado hacia delante, para no generar estados de ansiedad y preocupación innecesarios.
Y de eso trata nuestro puzzle. Cada día se descompone lo que hemos compuesto con esmero y dedicación, por efecto de las constantes agresiones sufridas y de los efectos colaterales de las luchas cotidianas. Nuestro afán consiste en recomponer el puzzle, si no en su totalidad, porque casi nadie lo tiene totalmente terminado, sí debemos centrarnos en las piezas más fáciles que delinean su contorno. En las piezas más extremas. Algunos nos entestamos en recomponerlo por el centro, pero el camino final es más largo y farragoso, y la silueta no tiene forma definida. Es más sencillo y práctico recomponer la estructura y dejar los detalles para más adelante, cuando se tenga más tiempo para moldearlo.
Con el tiempo las piezas, no sólo se extravían o nos las hurtan, sino que también se deterioran y es imposible hacer un puzzle perfecto. Con el tiempo también el puzzle puede aumentar sin perder la forma, con lo que se consigue una época de renovación y riqueza vital, pero siguen surgiendo los mismos o más complicados problemas. Algunos buscan otras piezas similares, pero nunca encajarán como las originales. Otros, cansados de tanto buscar y recomponer, deciden cambiar el puzzle entero.
La moraleja es que, una vez elegido el puzzle, se debe cuidar, mantener y ampliar hasta que el proyecto sea inviable. Una vez queda inservible, o tu vida adquiere sentido con otro nuevo, se debe cambiar. Nunca es tarde para recomponer el contorno del puzzle, o para adquirir uno nuevo. Lo cierto es que el dibujo del puzzle debe estar reconocible, al menos en su forma. De otra manera, uno pierde sus referencias espaciales, y entra en un estado de confusión profundo y continuo.
Si empiezas a pensar en lo bonito que es el puzzle de al lado, más vistoso y fácil, o aquél que desechaste cuando lo adquiriste, que tenía piezas más sencillas y un dibujo más atractivo, pierdes el compromiso con tu puzzle. Ese que tanto te ha costado montar y mantener durante tantos años, ese que has visto crecer y aumentar sus piezas, y ese que, cada vez con menos frecuencia, te detienes a mirarlo con orgullo como una obra de arte personal.
5 comentarios:
¿Crisis? ¿Qué crisis?
Y mira que le das vueltas añorando tu puzzle favorito
http://www.discotecapuzzle.com
Little
¿Quién pudiera ponerse a completar ese puzzle que me linqueas? Ante tamañas petardas, mis piezas se harían pedacitos. Pero mi puzzle actual tiene muy poco que ver con ese. Disfruta tú que puedes de ese puzzle, y me cuentas cuántas piezas has perdido en una sola noche. Y cuántas se han manchado...
Jodo, petaca, menuda reflexión te marcas ahí arriba. Pero como hoy me siento un poco frívola, voy a fijarme sólo en la cáscara y te propongo sustituir "puzzle" por "rompecabezas". No sólo es mucho más castizo y pimpante, sino más acorde con el tema. Porque los problemas que comentas son precisamente eso, rompecabezas. Rompecabezas que no hay más remedio que ir componiendo por una esquina, mientras por la otra se te descomponen... porque la vida es asín de complicá y de jodía. O eso es lo que nos parece. Lo que nos dicen que es.
Pero a lo mejor es otra cosa.
www.espacioblog.com/manhattan/post/2007/04/06/armario-
Eyyyyy. El problema es cómo te tomes que se deshagan piezas del puzzle y lo de recomponerlo. Los problemas externos no siempre son agresiones, a veces son simples avatares del destino o cosas que salen diferente de lo que pensabas.
El problema no está en loq ue te ocurre, sino en cómo reaccionas ante lo que te ocurre. ya sabes, la botella medio llena o medio vacía... opta por la botella medio llena. Creo que es lo mejor.
Pkdor
No es que haya siempre agresiones. Y no me refiero a las físicas. Las hay, y muchas, gestuales. El lenguaje del cuerpo es bestial. Si nos parásemos a pensar en lo que significa cada gesto, nos daríamos cuenta que, bajo una leve superficie de buena predisposición y educación se encuentra en muchos casos una búsqueda de conflicto.
Ya sé que no es siempre, y que la recepción del mensaje la deformamos nosotros mismos a veces según cómo lo tomamos. Pero es que es frecuente que salir cada día de un infierno para meterte en otro, hace que al final tu cuerpo y tu mente no lo aguante, su flexibilidad tiene un punto de ruptura. Oyes el crash, y te preguntas cómo ha sido. Un poco de empatía, ciertas reglas para mantener la estabilidad, y la actitud propia, y de los demás hacia tí, ayuda mucho.
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