Espacio para desconectar de los sinsabores diarios. Para hablar de lo que te dé la gana. Para escuchar. Para leer. Para soñar. Para aprender.
sábado, noviembre 18, 2006
In the beginning...
Los blogs no me son desconocidos. De hecho, he escrito en uno durante un año. Oportunidad que agradezco enormemente a mi amigo Carlos Villodres, y que en su momento supuso una puerta a la opinión sobre un tema deportivo.
El hecho de abrir este blog se debe, en principio, a una necesidad de liberación, válvula de escape, si queréis llamarlo. A un escarceo en un espacio nuevo. Como si fuese mi propio empresario.
Soy feliz con lo que tengo, pero necesito momentos de recarga durante al día, porque la tensión cotidiana es a veces insufrible. Ése es el motivo de abrir este blog. Hablar de lo que me apetezca. De recuerdos, de música, de lectura, de fútbol, de aficiones, de amigos y amigas, de sexo, de cualquier cosa. Y en alguna ocasión hasta servirá como ventana por la que exhale mi grito desgarrador.
Si el lector interactúa, mejor. Que me responda, puntualice o rectifique. Pero no busco eso. No soy nada pretencioso. Sólo necesito una ilusión para envolver como ropaje el deforme cuerpo de la vida. Sin ataduras. Ni de tiempo, ni de compromiso. Cuando me apetezca.
El mundo de Internet tiene un campo extraordinario. Tienes acceso a información que ni te imaginabas hace años. Conoces gente afín a tus gustos, y conoces a gente que ni pensabas que existía.
Pero Internet hay que saber utilizarlo. Durante un tiempo fue el centro de mi vida, pero estaba cantado que me explotaría en la cara. Tras pasar un período de recapacitación y recuperación progresiva, he decidido volver, pero gestionando mi tiempo y mi aparición, un nuevo JL tenéis ante vosotros. Soy el mismo, pero con otro talante.
En este viaje a lo desconocido, no sé ni en qué dirección ir, ni qué medio tomar, ni si voy a llevar compañía. Ni qué temas tocar. Sólo necesito liberar. Y necesito aprender. Todo el mundo lo necesita. Nos creemos que ya lo sabemos todo, pero la necesidad de autoconfianza en esta competitividad cotidiana nos ciega hasta el punto de reirnos de la máxima de Sócrates.
Bienvenidos, y cerrad la puerta al salir.
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