¡FELICIDADES, DAVID!
Lo que empezó como una broma, se ha convertido en realidad. Rodolfo Chikilikuatre nos representará en Eurovisión con su Baile del Chiki-chiki. Con música de Pedro Guerra y letra, modificada por mor de las normas del evento, de Santiago Segura, esta canción ha roto y romperá las esquemas de mucha gente.
David Fernández, el personaje real de Rodolfo, es un colaborador de El Terrat, y se ha hecho famoso con personajes para programas de Andreu Buenafuente. Es cuñado de mi amigo, y sin embargo compañero de trabajo, José Luis López, y, según me confiesa, están en una nube. Nunca pensaron que llegarían tan lejos, y David está acojonado con lo que se le viene encima y con la responsabilidad que tiene.
David va a tener que soportar una presión muy fuerte. La España profunda lo va a masacrar, y los puristas eurovisivos no van a comprender, y van a mover cielo y tierra para tirarse de los cabellos en directo televisivo, para quejarse amargamente de que canciones estilísticamente dentro de sus normas se queden fuera porque una votación completamente democrática decida que nos represente Rodolfo. El que ideó esta forma de decidir la canción que nos representa se va a llevar muchos palos, y lo va a pasar realmente mal. Pero el espíritu eurovisivo estaba tan por los suelos en nuestro país, que se ha dejado a la ilusión popular la decisión.
Pero es una forma de arriesgar. También lo hicimos con los inexpertos de OT, y casi nadie se rasgó las vestiduras. Pero, claro, tenían detrás a toda una TVE como escudo y promotora de la idea. No se le podía toser a los propios organizadores.
Con David/Rodolfo es diferente. Fue una idea del programa de Buenafuente, y sólo recibirán apoyo de La Sexta. Uribarri no pudo ayer disimular su contrariedad por haberse colado esta canción en la Gala, y suponemos que su corazón palpitaría hasta proparoxismo cuando salió su nombre como ganador.
La mecánica de la votación, en que se tiende al mercadeo de votos entre países afines, no le va a favorecer. Si no cala la canción en todos los países, el batacazo deseado por muchos se va a producir, y la elección democrática quedará en el baúl de los recuerdos para mucho tiempo. Pero es una apuesta, y un desafío a la maquinaria anquilosada que nos ha mantenido tantos años en los últimos lugares de las votaciones finales, y un zarandeo a las conciencias eurovisivas. El aire fresco nunca viene mal. Esperemos que no nos provoque una epidemia de gripe española.
Pues venga, todos a bailar:
1, el Breikindans,
2, el Cruzaíto,
3, el Maikelyason,
4, el Robocó
¡Suerte, David!:
El baile del chiki-chiki - Rodolfo Chikilicuatre
Espacio para desconectar de los sinsabores diarios. Para hablar de lo que te dé la gana. Para escuchar. Para leer. Para soñar. Para aprender.
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domingo, marzo 09, 2008
domingo, agosto 12, 2007
42ª PROMOCIÓN
Hace 25 años por estas fechas, a un grupo de jóvenes de similar edad les fue entregado un petate en el cuartel de Fuencarral, en Madrid, y fueron dirigidos con trenes auschwitzerianos (de esos que pegaban frenazos cuando estabas mingitando, y tenías que hacer reales esfuerzos para no colarte por el agujero del WC) con destino a Cáceres, donde pasaron un plácido y tórrido verano. Total, el que más o el que menos, hizo un régimen severo y obligado por las circunstancias (circunstancias = galones y estrellas), que a la vuelta a los hogares asustó a más de un progenitor. Con 70 kilos volví yo, y nunca más volví a esas cifras.
En Cáceres aprendimos a sufrir, pero fue un sufrimiento vano y derrochador en lucro cesante de una joven generación. En los estertores del servicio militar, nosotros íbamos por otro camino, el que acababa tres años después en una gran empresa pública. Pero aprendimos a compartir las penas y alegrías (que también hubieron, aunque casi siempre a costa de otros) con gente a la que no conocíamos de nada, y que algunos de ellos son ahora amigos íntimos.
Volvimos cada uno a un cuartel por toda la geografía española, intentando que quedase lo más cerca de casa posible, lo que en muchos casos no fue posible. Yo tuve la suerte de quedarme en Barcelona, aunque los primeros seis meses sólo fui a casa los fines de semana. En este período de aprendizaje, coincidimos con compañeros de Cáceres, y con otros que entraron por vía militar.
Terminado este período, empezamos un período de prácticas, en que tomamos contacto por primera vez con el mundo laboral, y cobramos los primeros sueldos, bastante reducidos, por la detracción de gran parte a una masita que nos acumularon durante los tres años de militar, y que se reducía por cargos a gastos varios, gastos generales (decíamos nosotros, “para generales”), otros gastos, gastos sin asignar, etc.
Después volvieron a mezclarnos. A nosotros nos mandaron a Mañilandia (Sirigosa, según Johan Cruyff). Lo pasamos muy bien. Los mañicos son gente muy sana y muy divertida, y supimos sacarle jugo a los cinco meses que estuvimos al pairo del Moncayo y del asfixiante calor veraniego. Es un período que solemos recordar con alegría, aunque tuvo sus momentos duros.
Yo terminé el último año en Barcelona, y acabado este período, nos dejaron volar al mundo laboral. El que tuvo suerte y quedó cerca de casa, eso que ganó, pero hubo gente que tuvo que empezar su vida muy lejos de su hogar paterno. Y la gran mayoría de ellos nunca más volvieron a su tierra.
Aunque cada uno tenía una experiencia distinta en su puesto laboral, hicimos por vernos los más cercanos, y alguna vez en cenas de promoción.
En el caso de Barcelona, muchos de nosotros nos hemos reunido de nuevo en un mismo centro de trabajo, por lo que hemos mantenido muy viva la relación. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo, mucha distancia, muchas situaciones laborales y personales, muchos ya ni trabajan en la empresa, otros no han podido llegar, que han hecho complicado reunir a los sufridos componentes de la promoción. Y la comunicación entre nosotros se ha ido reduciendo paulatinamente a casos muy concretos.
A pesar de todo ello, un intrépido amigo, Diego Caparrós, se lió la manta a la cabeza, y se movió para convocar en un punto al mayor número posible de compañeros en un fin de semana este año que hacíamos las Bodas de Plata. Fue todo un éxito. Nos juntamos unas 110 personas, muchos de ellos con familias enteras, y viniendo desde muy lejos, en un hotel de Salou el mes de abril pasado. Hubo gente que no nos veíamos desde los días de Cáceres, y la alegría que se reflejaba en nuestras caras por estos encuentros fue indescriptible. Diego consiguió mucho más de lo que se proponía.
Sabemos que en otros sitios de España se han reunido más componentes de la Promoción, y ojalá que en próximos años surja otro organizador con bemoles y gestione una nueva reunión.
Hace 25 años por estas fechas, a un grupo de jóvenes de similar edad les fue entregado un petate en el cuartel de Fuencarral, en Madrid, y fueron dirigidos con trenes auschwitzerianos (de esos que pegaban frenazos cuando estabas mingitando, y tenías que hacer reales esfuerzos para no colarte por el agujero del WC) con destino a Cáceres, donde pasaron un plácido y tórrido verano. Total, el que más o el que menos, hizo un régimen severo y obligado por las circunstancias (circunstancias = galones y estrellas), que a la vuelta a los hogares asustó a más de un progenitor. Con 70 kilos volví yo, y nunca más volví a esas cifras.
En Cáceres aprendimos a sufrir, pero fue un sufrimiento vano y derrochador en lucro cesante de una joven generación. En los estertores del servicio militar, nosotros íbamos por otro camino, el que acababa tres años después en una gran empresa pública. Pero aprendimos a compartir las penas y alegrías (que también hubieron, aunque casi siempre a costa de otros) con gente a la que no conocíamos de nada, y que algunos de ellos son ahora amigos íntimos.

Terminado este período, empezamos un período de prácticas, en que tomamos contacto por primera vez con el mundo laboral, y cobramos los primeros sueldos, bastante reducidos, por la detracción de gran parte a una masita que nos acumularon durante los tres años de militar, y que se reducía por cargos a gastos varios, gastos generales (decíamos nosotros, “para generales”), otros gastos, gastos sin asignar, etc.
Después volvieron a mezclarnos. A nosotros nos mandaron a Mañilandia (Sirigosa, según Johan Cruyff). Lo pasamos muy bien. Los mañicos son gente muy sana y muy divertida, y supimos sacarle jugo a los cinco meses que estuvimos al pairo del Moncayo y del asfixiante calor veraniego. Es un período que solemos recordar con alegría, aunque tuvo sus momentos duros.
Yo terminé el último año en Barcelona, y acabado este período, nos dejaron volar al mundo laboral. El que tuvo suerte y quedó cerca de casa, eso que ganó, pero hubo gente que tuvo que empezar su vida muy lejos de su hogar paterno. Y la gran mayoría de ellos nunca más volvieron a su tierra.

En el caso de Barcelona, muchos de nosotros nos hemos reunido de nuevo en un mismo centro de trabajo, por lo que hemos mantenido muy viva la relación. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo, mucha distancia, muchas situaciones laborales y personales, muchos ya ni trabajan en la empresa, otros no han podido llegar, que han hecho complicado reunir a los sufridos componentes de la promoción. Y la comunicación entre nosotros se ha ido reduciendo paulatinamente a casos muy concretos.
Sabemos que en otros sitios de España se han reunido más componentes de la Promoción, y ojalá que en próximos años surja otro organizador con bemoles y gestione una nueva reunión.
Este post es un homenaje a todos los componentes de la 42ª Promoción. En especial, a los compañeros con los que me he encontrado desde aquel 12 de julio de 1982. Un fuerte abrazo a todos.
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