FERNANDO GINER
Allá por la aciaga temporada 82-83, Miljan Miljanic tuvo la osadía de llevarse un chaval de 18 años a Moscú convocado contra el Spartak. Mario Kempes le apodó "El chufa", no por sus atributos viriles, sino por su procedencia de Alboraia, de donde traía cubos de horchata para saciar la sed en los entrenamientos. Más tarde le dio unos minutos contra el Salamanca y volvió al Mestalla. Del que salió poco tiempo después para quedarse definitivamente en la primera plantilla.
Vivió los difíciles tiempos del descenso, pero regresó del infierno curtido y bragado (entendiendo que no portaba ropa interior femenina) en el centro de la defensa titular. Era un defensa sólido, contundente, fuerte por alto y por bajo, donde sus tackles dejaban menos hierba que el caballo de Atila. También alternaba en los laterales, sobre todo en la izquierda, donde se recicló finalmente, posición que mantuvo incluso en la Selección.
Bromista impenitente (autor del libro "El fútbol más divertido", donde cuenta las gamberradas que se hicieron mientras estuvo en la plantilla valencianista, casi siempre instigadas por él mismo), se la jugó a todo bicho viviente en el vestuario, desde Españeta hasta el mismísimo Espárrago, pasando por Javier Clemente, y estuvo a punto de causarle un yuyu a Pedja Mijatovic, por el que se acababa de pagar una fortuna. Todo un personaje que trataba de alegrar el clima en la plantilla a base de risoterapia.
Aunque era rudo defensa, también le gustaba tratar el balón con riesgos, adentrándose a veces hasta la cal contraria, y hasta marcaba goles, sobre todo en su jugada habitual de cabeceo al primer palo. Se llevaba casi más tarjetas por retar al árbitro con la mirada, que por sus duras entradas, en ocasiones excesivamente intimidatorias. Célebres eran sus parrafadas con Sisco Camarasa en el césped para despistar al adversario.
En la Selección jugó en 11 ocasiones, siendo significativo el partido en Irlanda con la tripleta valenciana Voro-Camarasa-Giner, con el que conseguimos el pase al Mundial de Estados Unidos. Javier Clemente le jugó una mala pasada, tras ser pieza importante en la clasificación, hasta dejando que se hiciese las fotos publicitarias de la Selección para, finalmente, no llevarlo al Mundial mencionado.
Tras la final copera ante el Depor, se le dio la baja, y recaló en el Sporting de Gijón, donde siguió haciendo de las suyas. Incluso paellas con arroz y agua valenciana. Más tarde volvería a la tierra para jugar tres temporadas con el Hércules, y posteriormente al Levante, donde ejerció de líder en un joven vestuario, consiguiendo inocular el humor en una plantilla acostumbrada a sufrir, consiguiendo un histórico ascenso a 2ª.
Foto: www.ciberche.com
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