BORN IN THE 60’S
No se trata de un remedo de la canción de Sting, Copeland y Summers, sino de un recuerdo para aquella generación nacida en los 60.
Se nos conoce como baby-boom, pues fue la década del siglo pasado con más nacimientos en España. O en algunos sitios, como el libro que acabo de leer nos llama “la generación de los chiripitifláuticos”, ya que todos conocimos con más o menos profundidad aquella serie televisiva de los 70. Los más veteranos, la primera edición con Locomotoro y el Tío Aquiles. Y los más jóvenes, la segunda con Poquito, Barullo y Leocadio.
Fuimos una generación con suerte, ya que nos encontramos la faena engorrosa hecha por los nacidos en las dos décadas anteriores. No fuimos protagonistas de la Transición, lo que se tradujo en que no tuvimos cotas de poder, ya que quien se lo había currado, o al menos vendía que se lo había currado, ocupó los puestos de privilegio. En el momento en que se erosione su labor, muy pocos de nosotros ocuparemos su sitio, y será la más preparada generación siguiente la que lo hará. Porque en la actualidad ejercen de tapón. Siguen en el poder, y no fomentan el relevo generacional. No lo harán hasta que la sociedad les obligue a dejar libre el sillón.
Sí, he apuntado uno de los contras: fuimos una generación-puente. Rompimos las reglas sociales, favorecidos por la apertura. Y no hubo ruptura generacional, pues nuestros padres hubieron de adaptarse a la nueva situación, como la homosexualidad, las relaciones sexuales tempranas o las parejas no matrimoniales. Pero también tuvimos que enfrentarnos con problemas nuevos sin la más mínima preparación. Drogas, Sida, aborto, falta de salidas profesionales tras pasar por la Universidad.
Además, la generación siguiente, educada en valores diferentes, empuja con mucha fuerza. Tienen la preparación necesaria en informática e idiomas que demanda el mundo laboral actual, y nosotros nos hemos tenido que ir adaptando a golpe de pedal. Aceptan en principio salarios menores, desplazando a la mano de obra más veterana a faenas menos especializadas. Y finalmente nos pasan por encima en los puestos de responsabilidad. Por eso se nos llama la “generación sandwich”.
Vivimos en primera persona cambios drásticos en la forma de vida. En las aulas sufrimos poco la disciplina de la época anterior, y fuimos experimentando paulatinamente la dulcificación de las maneras, ayudados por un profesorado joven con nuevas actitudes. El COU (Curso de Orientación Universitaria) no tenía nada de orientación, y la mayoría no teníamos claro lo que queríamos hacer después del bachillerato, ni se nos asesoró debidamente.
En la Universidad llegamos en un momento ausente de reivindicaciones, cuando en las dos décadas anteriores había sido un auténtico hervidero. En estas aulas hubo una auténtica masificación, llegando a sentarnos en el suelo o en las cornisas de las ventanas. Sufrimos un abandono de carreras grandísimo, y la propia ley universitaria no se adecuaba a la demanda laboral, con lo que muchos terminaban en trabajos que poco tenían que ver con sus títulos universitarios.
Criticamos a nuestros hijos que no hacen la calle. Se quedan en casa a jugar con sus maquinitas o a navegar por Internet, cuando nosotros nos pelábamos las rodillas y destrozábamos los pantalones jugando en la calle. Eran otros tiempos. Podías salir sin peligro a los solares que abundaban en nuestras ciudades, ahora ocupados por pisos de muchas alturas.
También los criticamos porque no saben valorar lo que tienen, ni el esfuerzo que supone conseguirlas. Antes la esposa se quedaba en casa a cuidar de la familia, y sólo entraba un sueldo para mantenerla. Ahora la mujer trabaja fuera, y la casa se cuida solidariamente (en teoría) entre el matrimonio, con la ayuda decisiva de terceras personas, normalmente los abuelos. Al entrar dos sueldos, los niños consiguen prácticamente todo lo que piden, cuando en nuestros tiempos muchos no llegamos a tener la tan deseada bicicleta hasta que conseguimos un sueldo propio.
Pasamos de ver la vida en blanco y negro, a verla con toda la escala cromática. Y no sólo en sentido televisivo. Nuestros recuerdos de infancia son la mayoría en blanco y negro. Nos abrimos a la vida con todo el esplendor del color primaveral favorecido por la relajación de la vida social y los corsés que imponían estigmatizaciones que producían la vergüenza ante el grupo por cualquier infracción de las costumbres sociales de la época (divorcios, madres solteras, ir a la iglesia, cumplir con sus preceptos,...)
Se nos tacha de generación comodona, poco comprometida. No es exactamente así. Crecimos en libertad y en una época de cambios vertiginosos. Los asumimos con total normalidad. Con desenfado, sin frivolidades. Y en cuanto al compromiso, somos la generación que activó y convivó con las ONG, las Fundaciones, el ecologismo, la libertad de la mujer, la libertad sexual, el fin del machismo y del clasismo. Nuestros valores son plenamente democráticos y de tolerancia. Quizá porque no crecimos en el revanchismo y en el odio generacional.
En política, llegamos tarde a la época de ruptura, y ver que la generación anterior sigue ostentando los resortes del poder sin a penas dejarnos las migajas, nos ha terminado por convertir en pasotas políticos. En escépticos compulsivos.
Sin embargo, a nivel cultural, aunque no existan muchos genios en nuestra generación, hemos sido muy activos, muy innovadores, muy creadores, aunque los resultados de todo esto fueran cortos en el tiempo. Pero dejamos huella. Y somos una generación culturalmente formada. Hemos sido los primeros en viajar por todo el mundo, con lo que eso supone de apertura mental de toda nuestra sociedad.
De todas maneras, la lectura no es negativa. Podemos gestionar el cambio generacional en el poder con total madurez, silenciosamente y sin rupturas. Y la falta de conflicto será beneficiosa para la sociedad.
Nos queda el regusto amargo de no ser reconocidos nuestros logros. Pero tampoco lo buscamos. Con ver crecer a nuestros hijos en un sociedad democrática, libre y más igualitaria, nos damos por satisfechos. Pero queda todavía mucho camino que andar.
6 comentarios:
Y te has olvidado de lo más abominable: nos hemos tragado durante ya casi tres décadas la muerte de Chanquete....
Little
Yo con una ya tuve bastante, que aquel verano, de tanto repetirse, se convirtió de azul en amarillo.
A nosotros, la muerte que más nos impresionó en la infancia fue la subida a los cielos de Carrero Blanco. Y encima el tío lo hizo por la vía rápida y en coche oficial...
Pues yo lo siento... pero menuda crueldad fue hacernos tragar a María Luisa Seco (QEPD) y luego los nenes a Beatriz Rico, a la del babalá, etc... joer, eso no es justo!
Little
Calla, que conseguimos librarnos de Ficticia Sabater. Y comerse eso (con silicona por medio) sí que no tiene precio.
Todavía hay hoy adolescentes que tienen pesadillas con esa dulce cara gritando "a mediodía, alegría".
Amigo JL... cuánta nostalgia. En la tele nos hacen el Cuéntame, en lso anuncios apelan a al nostalgia... esto de los 40 nos está afectando a todos.
Pkdor
@pkdor:
Es que somos la generación más numerosa. Por eso nos bombardean comercialmente ahora. No porque tengamos los 40 (¿ya los tienes????)
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