domingo, abril 06, 2008

EL MERCADO DE EMOCIONES

Los gestores de lo cotidiano se han metido de lleno en el mercado de emociones, que sigue en alza y con buenas perspectivas. Antes se apelaba al deber de patriota o de simple miembro de un grupo para exaltar las emociones en aras de un bien común, o lo más habitual, para correr un estúpido velo sobre temas sensiblemente erosionadores de ese bien común. Bien común que solía ser, en la mayoría de ocasiones, bien de unos pocos, muy pocos.

Hace una semana estuve en una boda, y hay que ver lo que ha cambiado la parafernalia en poco tiempo. Actualmente los novios son, no sujetos eminentemente pasivos de la celebración, sino cada vez más activos. Se convierten prácticamente en actores principales de una obra. No solo por las innumerables fotos que llegan a hacerles durante la pre-ceremonia, sino por toda la ceremonia, y el ágape que se pierden porque terminan de hacerles sus cinco mil fotos y sus dos horas de filmación en vídeo.

Al final del convite, vuelven a su papel de primeros actores con una puesta en escena en que homenajean a diversas personas, bien por su reconocimiento paterno y filial, bien por próximos acontecimientos “felices”. Todo ello con profusa música e iluminación fastuosa.

Posteriormente, y esto ya hace unos años que existe, se proyecta un vídeo o presentación fotográfica de la vida de cada novio. Y los diversos familiares se alegran o juran en arameo por hacerse públicas sus pintas de hace 30 años. Para exaltar la lágrima fácil.

Yo confieso que una puesta en escena así habría excitado mis más recónditas neuronas afectivas. No es propio de la masculinidad aflorar en humor acuoso las emociones, y se pasa una vergüenza enorme. Pero uno es capaz de llorar como una magdalena cuando se confiesa ante una amiga y le cuenta situaciones pasadas muy emotivas, o cuando una situación le sobrepasa y se bloquea, no pudiendo ver una solución cercana.

Uno piensa muchas veces en retroceder el reloj del tiempo a 25 años, como una máquina del cambiazo, pero ajustada a la época que queremos. Habría tomado decisiones diferentes y habría conocido personas diferentes que habrían tomado un rumbo muy distinto a mi vida. Hubiera vivido emociones totalmente distintas. Positivas y negativas. Eso nunca se sabe, ni pienso pararme en pensarlo. Está ahí, y las cosas fueron como fueron.

Sin embargo, no todas las emociones que humedecen nuestras niñas son positivas. Mi puesto de trabajo es duro. Muy estresante. Hay que soportar una tensión que no se ve a simple vista. Pero que te atrapa poco a poco. Hace año y medio abrí este blog para encontrar mi rincón donde desconectar de tanta presión. En cierta medida, lo conseguí. Aunque he debido renunciar a algunas cosas, he realizado otras y he descubierto lo profundo que puede llegar a ser investigar el mundo de la música moderna. Hasta parece que soy un catedrático en ello. Nada más lejos de la realidad. Es simple afición, y ganas de presentarlo con un mínimo de decencia.

Mi carácter ha variado mucho en este año y medio. Me he tenido que distanciar emocionalmente de muchas personas, pero ello me ha servido para aprovechar esa distancia en orden a calibrar la perspectiva y estudiar con más detenimiento la situación. Me ha servido para, en mi lema tenístico que tanto me gusta, parar, reflexionar y golpear lo mejor posible. Hace un año y medio las bolas me sobrepasaban, o sólo podía devolverlas con un golpe defensivo al centro de la pista. Imposible era llevar la iniciativa de esa manera. Pero ahora puedo al menos detenerme y tomarme mi tiempo. Mi juego ha mejorado tanto, que me estoy planteando si jugar torneos de la ATP.

Ello ha sido posible porque he recibido varios estímulos positivos. Ha habido ayuda externa. Y mi entorno ha reaccionado con mucha madurez, aunque todavía existen tics inevitables. Todo eso lo valoro mucho, bastante más de lo que mi entorno piensa. Y estoy muy agradecido por ello.

Sin embargo, vuelven a confluir en conspiración judeo-masónica estímulos negativos. Se dan todos al mismo tiempo. Sin relación causal. Me doy cuenta. Y me paro a pensar la situación. Hace año y medio, estos estímulos me habrían dejado muy tocado, pero ahora sé que hay que luchar, y no son tan importantes como para hacerme abandonar.

Y es que es difícil estar quejándote tanto tiempo que la faena te supera, y siga igual o peor. Es la situación que es, y no se le debe dar más vueltas. Seguramente debo regular y ralentizar mi cuentarrevoluciones laboral. Como hace la mayoría. Pero aún así, es difícil aguantar que otros se apoyen en tu faena mucho más de lo que debieran, haciéndote perder un tiempo precioso en la tuya, o que una frase inoportuna de quien organiza tu trabajo no retumbe en las paredes de tu cerebro cuando estás tan agobiado. Una frase no dicha con ánimo de herir, pero dicha con una palabra hiriente. Te hace planear si realmente tiene razón. Es muy complicado que la categoría profesional y la calidad personal vayan correlacionadas. Y, de hecho, muy raras veces coinciden. Pero hay casos en que sí se da, y te hace pensar por qué no es norma general hacer un esfuerzo mayor en motivar a su equipo, o, simplemente, decirles de vez en cuando que se está orgulloso del trabajo realizado. No creo que cueste tanto.

Aún así, siempre existen esos oasis en el desierto rutinario, esos que excitan tus emociones positivas, esos que hay que fomentar, cuidar y saber reconocer. Esas inmersiones musicales. Esos paseos por las hojas de un libro. Esos partidos de tenis en que pruebas cosas nuevas, y encima te salen. Esos remedos de ceremonias del té. Esas anécdotas laborales. Esos chistes, incluso los enviados vía e-mail. Esas páginas web de humor y entretenimiento. Esa interactividad en los blogs. Esos SMS preguntándote cómo estás. Y desde aquí doy las gracias a todos aquellos que lo hacen posible. Sin ellos sería muy complicado continuar.

3 comentarios:

  1. Pues a la vista del post viene mi reflexión unineuronal: Hace una semana estuve en una boda. ¿La novia estaba buena y tenía morbazo con ese traje blanco que si fuese negro sería de una sesión de BDSM?

    Little

    PD. Cuidadín con las bodas.... eso es muy malo para la salud :P:P:P

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  2. No, no era la novia. Son los teléfonos, que cada vez que suenan el chispazo cerebral es de órdago. Estoy por desconectarlos cada vez que llego a la oficina.

    P.D.: ¿que si fuese negro el traje de novia sería de BDSM? Jojojo. Si que tiene usted morbo. Tienes la mente más blanca que el vestido de Pronovias (de lo que se excitan tus neuronas, jojojo).

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  3. Siempre se ha dicho que no hay que pedirle peras al olmo, pero tú te empeñas en pedírselas... a un alcornoque.
    Hay "pa" matarte.
    Un abrazo.

    TTL

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