DE MUNDOS Y ESPEJOS
Desde que me enteré del argumento del último libro de JJ Millás, El mundo, sentí el impulso de dedicarme a su lectura. Millás es uno de mis articulistas favoritos. Se desenvuelve como nadie en el cuerpo a cuerpo, expresando múltiples y diversas ideas en un texto corto. Le encanta jugar con la semántica, con los absurdos, y con la literalidad de las expresiones. En un libro, lograr tanta expresividad se antoja complicado, si no es a ráfagas. Pero con El mundo, Millás logra concatenar una historia con sentido de la primera a la última página, con lectura agradable. Al final, el libro te deja con ganas de más. Como si esperases la continuación.
Millás habla sobre la ruptura de su mundo que produjo el traslado de su familia desde València a Madrid cuando tenía sólo 6 años. De la luz, el clima templado invernal, el perfume a azahar, la fiesta contínua, pasó al ambiente frío y a la vida trepidante y rutinaria de una gran ciudad desde un barrio pobre como el de Canillas.
Cada traslado es una ruptura. Aunque continúes con la misma familia o en la misma empresa. Pero casi nada es igual que antes. Y si eres pequeño, aquel mundo se va convirtiendo cada vez más en la tierra prometida a la que sólo volverás en visitas esporádicas.
Mundos que se rompen. Por causas externas o por elección propia. En mi trabajo se ha inoculado con gran rapidez y profundidad el virus escapista. Sus síntomas son un ansia de huida trepidante. Todo es una mierda, y sólo una salida puede remediarlo. En la última convocatoria de traslados, el 30% de la plantilla ha solicitado su movimiento geográfico. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hace a una persona romper con un mundo en que ha gastado la mitad o más de su vida, y arrastrar consigo a toda su familia en busca de un retiro dorado.
Catalunya es tierra de acogida. Pero tiene hechos diferenciales que complican la adaptación. Si a ello se suma un clima laboral enrarecido, con mucha presión, y con pocas expectativas de cambio, uno termina por buscar la comodidad, la tranquilidad y el cese de hostilidades unilateral. Es una apuesta. Cabe la posibilidad de no encontrar el oasis divisado, pero al fin y al cabo, es un cambio. La pecera estaba ya muy viciada y, hartos de esperar el cambio de agua, se deciden a ejecutar una pirueta saltimbanquinesca cuando se les abre la tapa para ser llevados a otra más atractiva.
Pero la huida no tiene por qué ser tan drástica. Millás nos propone una alternativa en su libro: buscar en el otro lado del espejo. ¿El otro lado?
Uno se mira al espejo y comprueba los efectos de la erosión del tiempo en el rostro. ¿Cómo hemos podido maltratar o dejar que maltraten nuestra faz de esa manera? Son las evidencias de los disgustos, del descuido y de la degradación orgánica.
Pero, ¿hay algo al otro lado del espejo?
Sí. Es ese mundo que, sin romper las bases de tu mundo, el lado real censuraría, criticaría o incluso prohibiría. Ese lado que, lejos de ser virtual, proyecta toda el potencial alternativo de tu yo. Eres tú mismo. Con el mismo semblante, pero riéndote en el fondo de esa figura atormentada que busca explicaciones y evidencias, y desea saber cómo es a los ojos de los demás. Que busca cómo enmascarar el sufrimiento o la dejadez. Que busca un refugio en el que oiga las balas silbar sin peligro de que destrocen tus órganos.
Es el lado de la evasión, de la fantasía, de la imaginación, de las relaciones a contracorriente, de aquello que cuestiona tu mundo real. Ese lado que te avergonzaría que se supiese o que nadie diría que serías capaz de transitar. Ese lado en que todo parece mentira pero es verdad, o en que todo parece verdad pero es mentira. Ese lado es real, tanto como el original. Existe. Sólo tienes que ponerte frente a tí y mirar más allá...
Cuando comienza la cuenta atrás de la vida, y las ilusiones se desmoronan como como torres una detrás de otra, es necesario dejar volar la mente y reemplazarlas por otras, descabelladas en muchos casos, improbables en los más, aunque sea en mundo irreal o en un mundo alternativo.
¿Qué tiene esto que ver con el que escribe. Muy sencillo: no he sido inmune al virus escapista. Pero la huída sería, no drástica, sino traumática y dramática, y con nulas posibilidades de eficacia a corto plazo. Volver al mundo que dejé cuando tenía 8 años es mi ilusión, pero sólo puedo soñar con ese viaje imposible al otro lado del espejo.
Sé que volveré, pero con toda probabilidad la vuelta será, como en el libro de Millás, en una urna o bolsa del Corte Inglés, y en formato cenizas que serán esparcidas en la Playa de la Malvarrosa o en el cauce del nuevo Turia.
P.D.: se ruega no tomarse el paso al otro lado del espejo en sentido físico. Se trata de no romperlo. Y menos de romperse la crisma.
Desde que me enteré del argumento del último libro de JJ Millás, El mundo, sentí el impulso de dedicarme a su lectura. Millás es uno de mis articulistas favoritos. Se desenvuelve como nadie en el cuerpo a cuerpo, expresando múltiples y diversas ideas en un texto corto. Le encanta jugar con la semántica, con los absurdos, y con la literalidad de las expresiones. En un libro, lograr tanta expresividad se antoja complicado, si no es a ráfagas. Pero con El mundo, Millás logra concatenar una historia con sentido de la primera a la última página, con lectura agradable. Al final, el libro te deja con ganas de más. Como si esperases la continuación.
Millás habla sobre la ruptura de su mundo que produjo el traslado de su familia desde València a Madrid cuando tenía sólo 6 años. De la luz, el clima templado invernal, el perfume a azahar, la fiesta contínua, pasó al ambiente frío y a la vida trepidante y rutinaria de una gran ciudad desde un barrio pobre como el de Canillas.
Cada traslado es una ruptura. Aunque continúes con la misma familia o en la misma empresa. Pero casi nada es igual que antes. Y si eres pequeño, aquel mundo se va convirtiendo cada vez más en la tierra prometida a la que sólo volverás en visitas esporádicas.
Mundos que se rompen. Por causas externas o por elección propia. En mi trabajo se ha inoculado con gran rapidez y profundidad el virus escapista. Sus síntomas son un ansia de huida trepidante. Todo es una mierda, y sólo una salida puede remediarlo. En la última convocatoria de traslados, el 30% de la plantilla ha solicitado su movimiento geográfico. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hace a una persona romper con un mundo en que ha gastado la mitad o más de su vida, y arrastrar consigo a toda su familia en busca de un retiro dorado.
Catalunya es tierra de acogida. Pero tiene hechos diferenciales que complican la adaptación. Si a ello se suma un clima laboral enrarecido, con mucha presión, y con pocas expectativas de cambio, uno termina por buscar la comodidad, la tranquilidad y el cese de hostilidades unilateral. Es una apuesta. Cabe la posibilidad de no encontrar el oasis divisado, pero al fin y al cabo, es un cambio. La pecera estaba ya muy viciada y, hartos de esperar el cambio de agua, se deciden a ejecutar una pirueta saltimbanquinesca cuando se les abre la tapa para ser llevados a otra más atractiva.
Pero la huida no tiene por qué ser tan drástica. Millás nos propone una alternativa en su libro: buscar en el otro lado del espejo. ¿El otro lado?
Uno se mira al espejo y comprueba los efectos de la erosión del tiempo en el rostro. ¿Cómo hemos podido maltratar o dejar que maltraten nuestra faz de esa manera? Son las evidencias de los disgustos, del descuido y de la degradación orgánica.
Pero, ¿hay algo al otro lado del espejo?
Sí. Es ese mundo que, sin romper las bases de tu mundo, el lado real censuraría, criticaría o incluso prohibiría. Ese lado que, lejos de ser virtual, proyecta toda el potencial alternativo de tu yo. Eres tú mismo. Con el mismo semblante, pero riéndote en el fondo de esa figura atormentada que busca explicaciones y evidencias, y desea saber cómo es a los ojos de los demás. Que busca cómo enmascarar el sufrimiento o la dejadez. Que busca un refugio en el que oiga las balas silbar sin peligro de que destrocen tus órganos.
Es el lado de la evasión, de la fantasía, de la imaginación, de las relaciones a contracorriente, de aquello que cuestiona tu mundo real. Ese lado que te avergonzaría que se supiese o que nadie diría que serías capaz de transitar. Ese lado en que todo parece mentira pero es verdad, o en que todo parece verdad pero es mentira. Ese lado es real, tanto como el original. Existe. Sólo tienes que ponerte frente a tí y mirar más allá...
Cuando comienza la cuenta atrás de la vida, y las ilusiones se desmoronan como como torres una detrás de otra, es necesario dejar volar la mente y reemplazarlas por otras, descabelladas en muchos casos, improbables en los más, aunque sea en mundo irreal o en un mundo alternativo.
¿Qué tiene esto que ver con el que escribe. Muy sencillo: no he sido inmune al virus escapista. Pero la huída sería, no drástica, sino traumática y dramática, y con nulas posibilidades de eficacia a corto plazo. Volver al mundo que dejé cuando tenía 8 años es mi ilusión, pero sólo puedo soñar con ese viaje imposible al otro lado del espejo.
Sé que volveré, pero con toda probabilidad la vuelta será, como en el libro de Millás, en una urna o bolsa del Corte Inglés, y en formato cenizas que serán esparcidas en la Playa de la Malvarrosa o en el cauce del nuevo Turia.
P.D.: se ruega no tomarse el paso al otro lado del espejo en sentido físico. Se trata de no romperlo. Y menos de romperse la crisma.
Hay gentes que son inteligentes e incluso escriben bien a las que el sectarismo y la excesiva ideologización les lleva a resultar pedantes e insoportables. Millás es un claro ejemplo de ello.
ResponderEliminarNo me gusta este Millás. Está bien tener tus propias ideas, pero cuando te obsesionas caes en el sectarismo más ramplón.
En cuanto a novelas... no me apetece una novela de Millás mientras me queden tantas cosas interesantes que leer.
Dicho sea con todos los respetos hacia tus gustos, amigo JL.
Pkdor
No te preocupes, PK. Ya sabes que no me molestan tus comentarios. El respeto es mutuo.
ResponderEliminarEs difícil que un escritor no sea en ningún momento sectarista. Es que su misma profesión casi le obliga a posicionarse en muchos temas, y Millás no va a ser diferente por ello.
Lo que comentaba de mi gusto por Millás, es que te mezcla realidad y fantasía constantemente, sin saber el lector muchas veces qué es verídico y qué imaginario.
Además, desdramatiza temas relevantes, o que los medios tratan como relevantes, y tiende a dar importancia con ese deje tristón sobre otros temas que nos parecen irrelevantes, a veces hasta absurdos. Pero siempre lo trata con un toque de humor, que nos sonsaca al final una sonrisa, aunque sea leve, y eso a veces te abre un paréntesis breve sobre la pesadez de la rutina.