Si algo me encanta de esta época, aparte del alargamiento de los días y la mejora del clima, es mi reencuentro con la horchata.
Se trata de ese líquido, servido bien frío, preferentemente granizado, que debería ser el néctar de los dioses. Paladear un sorbo es como alcanzar un trocito de cielo durante unos segundos. Y digo sorbo. No recomiendo beberse dos litros si se tiene mucha sed. Primero, porque es desperdiciar su agradable sabor. Es como beberse a palo seco un Vega Sicilia. Y segundo, porque ni un estómago y garganta a prueba de bomba podría aguantar sus desajustes y disfunciones (vulgo, mal de barriga o faringitis).
Tengo la suerte de tener en mi pequeño pueblo una horchatería, cuyos propietarios son de Xixona, y la horchata es auténtica horchata, no leche de almendras, ni leche pasteurizada con azúcar, ni inventos Chufi, Levantina, Ché, Don Simón, ni engendros similares.
Se trata de un matrimonio del pueblo turronero, que abren en temporada, desde que empiezan los calores primaverales, hasta que las lluvias empiezan a ganar terreno sobre los calores. Cada primavera vivo con ansiedad el momento en que abren el negocio. Porque ya tengo mono de horchata, y porque sé que me esperan cuatro o cinco meses de disfrute horchatero. En Navidad también abren para la venta de turrones.
Y es que en Barcelona es complicado degustar auténtica horchata. Los locos por la horchata sabemos de varios sitios, contados con los dedos de la mano, en que podemos saborear un trozo de nuestra tierra. Yo conozco tres Sirvent en Barcelona, y una horchatería en Castelldefels, que elaboran horchata de gran calidad.
Cuando voy a mi tierra, no puedo irme sin degustar un buen vaso de horchata. Es como aspirar aire puro y ensamblarte con la naturaleza en plena ciudad.
En Valencia, hablar de horchata es hablar de Alboraia. Ese pueblo pegado a la gran urbe, cuna de la horchata valenciana, y que celebra un día anual de la horchata, con degustaciones gratis. En Alboraia hay muchas horchaterías que sirven este líquido de gran calidad. La más conocida es Casa Daniel, parada obligatoria cada primavera-verano que recalo por allí.
En Alicante también hay muchas buenas horchaterías. Las Sirvent o Espí son las más conocidas. Aunque la fama de mejor horchata de la ciudad la tiene Pepe, el primer bar de la Explanada. Es muy típica aquí la horchata de almendra, la cual recomiendo. No es tan líquida como la horchata de chufa, pero tiene un sabor muy placentero. Cuando te pasa por la garganta, notas el espesor de la almendra picada. Y no resulta tan dulce.
Otro rasgo identificativo, es que los profanos en la materia acompañamos la degustación con fartons, unas pastas dulces alargadas abizcochadas, que absorben como una esponja la horchata al sumergirlos en ella, y le dan un sabor superior. En algunas horchaterías los pueden servir calientes. Y también los hay rellenos de chocolate: los famosos Muakis, anunciados por cierto futbolista de la tierra con mechones dorados. A mi hijo le encantan. Lo malo es que debemos de ser los únicos del pueblo que los compramos, y cuando caducan, se endurecen, por lo que pierden sus cualidades. Lo que hace que no suelan tener muchas en stock, más que la época fuerte de calor (finales de junio-finales de agosto).
Se cuenta que el nombre proviene de una frase del Rey Jaume I cuando conquistó Valencia, pues los árabes ya la fabricaban, ya que la chufa procede de tierras sudanesas y egipcias. Al entrar en Valencia, una aldeana le dio a probar un vaso, y el Rey le preguntó qué era aquello, a lo que respondió la chica que era leche de chufa. El Rey exclamó que, de leche de chufa, nada, que aixó es OR, XATA. Esta leyenda, bastante tópica, por cierto, no es verdadera. Proviene del latín, hordeata.
En fin, que la horchata, a la vez que me revitaliza, me da ánimos para aguantar los calores veraniegos, y me pone en contacto virtual y espiritual con mi tierra. A la vez que supone un orgullo que quien viene detrás de mí, comparte mi pasión horchatera. Con lo que la afición por este preciado líquido no se perderá la próxima generación. Si alguno se quiere apuntar al club de fans de la horchata, se abre la lista...
Se trata de ese líquido, servido bien frío, preferentemente granizado, que debería ser el néctar de los dioses. Paladear un sorbo es como alcanzar un trocito de cielo durante unos segundos. Y digo sorbo. No recomiendo beberse dos litros si se tiene mucha sed. Primero, porque es desperdiciar su agradable sabor. Es como beberse a palo seco un Vega Sicilia. Y segundo, porque ni un estómago y garganta a prueba de bomba podría aguantar sus desajustes y disfunciones (vulgo, mal de barriga o faringitis).
Tengo la suerte de tener en mi pequeño pueblo una horchatería, cuyos propietarios son de Xixona, y la horchata es auténtica horchata, no leche de almendras, ni leche pasteurizada con azúcar, ni inventos Chufi, Levantina, Ché, Don Simón, ni engendros similares.
Se trata de un matrimonio del pueblo turronero, que abren en temporada, desde que empiezan los calores primaverales, hasta que las lluvias empiezan a ganar terreno sobre los calores. Cada primavera vivo con ansiedad el momento en que abren el negocio. Porque ya tengo mono de horchata, y porque sé que me esperan cuatro o cinco meses de disfrute horchatero. En Navidad también abren para la venta de turrones.
Y es que en Barcelona es complicado degustar auténtica horchata. Los locos por la horchata sabemos de varios sitios, contados con los dedos de la mano, en que podemos saborear un trozo de nuestra tierra. Yo conozco tres Sirvent en Barcelona, y una horchatería en Castelldefels, que elaboran horchata de gran calidad.
Cuando voy a mi tierra, no puedo irme sin degustar un buen vaso de horchata. Es como aspirar aire puro y ensamblarte con la naturaleza en plena ciudad.
En Valencia, hablar de horchata es hablar de Alboraia. Ese pueblo pegado a la gran urbe, cuna de la horchata valenciana, y que celebra un día anual de la horchata, con degustaciones gratis. En Alboraia hay muchas horchaterías que sirven este líquido de gran calidad. La más conocida es Casa Daniel, parada obligatoria cada primavera-verano que recalo por allí.
En Alicante también hay muchas buenas horchaterías. Las Sirvent o Espí son las más conocidas. Aunque la fama de mejor horchata de la ciudad la tiene Pepe, el primer bar de la Explanada. Es muy típica aquí la horchata de almendra, la cual recomiendo. No es tan líquida como la horchata de chufa, pero tiene un sabor muy placentero. Cuando te pasa por la garganta, notas el espesor de la almendra picada. Y no resulta tan dulce.
Otro rasgo identificativo, es que los profanos en la materia acompañamos la degustación con fartons, unas pastas dulces alargadas abizcochadas, que absorben como una esponja la horchata al sumergirlos en ella, y le dan un sabor superior. En algunas horchaterías los pueden servir calientes. Y también los hay rellenos de chocolate: los famosos Muakis, anunciados por cierto futbolista de la tierra con mechones dorados. A mi hijo le encantan. Lo malo es que debemos de ser los únicos del pueblo que los compramos, y cuando caducan, se endurecen, por lo que pierden sus cualidades. Lo que hace que no suelan tener muchas en stock, más que la época fuerte de calor (finales de junio-finales de agosto).
Se cuenta que el nombre proviene de una frase del Rey Jaume I cuando conquistó Valencia, pues los árabes ya la fabricaban, ya que la chufa procede de tierras sudanesas y egipcias. Al entrar en Valencia, una aldeana le dio a probar un vaso, y el Rey le preguntó qué era aquello, a lo que respondió la chica que era leche de chufa. El Rey exclamó que, de leche de chufa, nada, que aixó es OR, XATA. Esta leyenda, bastante tópica, por cierto, no es verdadera. Proviene del latín, hordeata.
En fin, que la horchata, a la vez que me revitaliza, me da ánimos para aguantar los calores veraniegos, y me pone en contacto virtual y espiritual con mi tierra. A la vez que supone un orgullo que quien viene detrás de mí, comparte mi pasión horchatera. Con lo que la afición por este preciado líquido no se perderá la próxima generación. Si alguno se quiere apuntar al club de fans de la horchata, se abre la lista...
Me confieso casi profano en la materia, por lo menos si me comparo contigo. Si a eso le sumamos el agravante de no ser valenciano, veo difícil que se me admita en el club de fans del extracto de chufa. Pero alego en mi descargo que soy entusiasta de Gabriel Miró, Azorín, Manuel Vicent... y, por supuesto, de Sorolla. En vista de lo cual, ruego se considere con cierta benevolencia mi pretensión de ingreso en la ilustre cofradía de los degustadores de horchata.
ResponderEliminarGracia que espera obtener de la valencianidad, a quien Dios guarde infinitos años.
No hace falta ser valenciano para ser cófrade del club de la chufa (entiéndase la ironía). Pero serlo, creo que hace entenderlo mejor. Es como ser filósofo del zen, y ser japonés. No sé si me entiende.
ResponderEliminarTodos los valencianos de que habla son geniales. Sobre todo el Sr. Sorolla, que, aunque da pie a rimas, mi ilusión es tener una copia de algún cuadro suyo en mi comedor. Esas escenas en las palyas valencianas relajan y evaden mucho.
Tanto si conoce usted algún antro más en Barcelona donde se pueda degustar auténtica horchata, como si conoce la manera de hacerse con un Sorolla, aunque sea de papel, tendrá usted el cielo ganado, no sólo de la valencianidad a la Dios no guarda infinitos años, sino sólo un manojo de ellos, sino de la gracia de Dios, aquélla que, paradójicamente, y como rezaba una lectura en las pesetas, hizo mantener en el poder español a un melón gallego del Ferrol.