VÁLVULAS DE ESCAPE
La vida es muy dura. Acumulamos mucha tensión y soportamos mucha presión. Un carácter extrovertido, ayuda a expulsar algo de esa presión. Pero si eres introvertido, esa presión sale inevitablemente por algún lado.
A mí se me manifiesta mediante una molesta urticaria desde hace mucho años. Y tengo suerte. Porque a otros se les manifiesta de otra forma más drástica. Aún tengo que dar gracias.
Hace años, un compañero de trabajo muy querido y a quien un maldito virus se llevó este verano con solo 42 años, tuvo la idea de habilitar una página web llamada “Válvula de escape”, en la que los compañeros nos explayásemos de todo lo que en el trabajo teniamos que callar. Fue una buena idea, pero pienso que, realmente, lo que necesitábamos precisamente era no hablar del trabajo. Hablar de cualquier cosa menos de eso.
Mis compañeros tienen un trabajo de mucha responsabilidad. Durante las ocho horas de faena tienen que aguantar averías constantes en las instalaciones, y tienen que suplirlas con la seguridad del factor humano. Hay veces, y los últimos meses han sido pródigos, que las averías y los problemas son diarios. Ellos tienen la “suerte” de que cuando firman la entrega al relevo, desconectan, y hasta el día siguiente no se acuerdan. Esta es la teoría, porque cuando has hecho algo que piensas que podrías haber hecho mejor, no dejas de darle vueltas. O si has tenido un día agotador, no te recuperas hasta días después. Y si encima has tenido la mala suerte de intervenir en un accidente o un conato, no te dejan desconectar en días o semanas de entrevistas y declaraciones.
Digo que ellos tienen la “suerte”, porque yo no la tengo. Yo tengo otra suerte, y es la de no hacer turnos ni trabajar noches ni festivos. Tengo una faena agotadora durante el día, llego a casa muchas veces extenuado. Pero me llevo los problemas a casa. Y mucha culpa de ello es por mi carácter. No puedo ver sufrir a compañeros que tienen problemas causados primordialmente, o agravados, por temas laborales. Como dice un amigo, los somatizo. Y eso me acarrea presiones internas muy fuertes.
Uno necesito válvulas de escape. Pero últimamente, las válvulas, una por una, se estropean y no hay recambio.
Puedes buscar refugio en la lectura, la música o Internet. Pero estas válvulas sólo te hacen olvidarte un tiempo de lo tuyo. No te regeneran y te renuevan la fuerza interior.
Realmente, y pensándolo con frialdad, las mejores válvulas de escape están en la cabeza de uno mismo. Muchas veces se magnifican los problemas, entras en una dinámica negativa y siempre ves la botella medio vacía. Comparar situaciones vendría bien para que uno se dé cuenta de que hay gente que tiene situaciones más graves a las que hacer frente, y lo llevan con mejor actitud. Todo es cuestión de saber valorar lo que uno tiene, y si vale la pena ponerlo en peligro por puro egoísmo.
Quizá nos pasamos demasiado tiempo buscando esas válvulas de escape externas, y resulta que las tenemos en nuestras propias neuronas. Sólo hay que tener la cabeza fría y, hablando en términos tenísticos, pararse en seco y ver por dónde viene la bola para darle fuerte en la mejor posición, y que alguien o algo te haga abrir los ojos y por fin grites ¡eureka! El estado anímico positivo de uno depende de su actitud. Cuando te obcecas en que no hay salida, tú mismo estás poniendo los ladrillos del muro del final e inhabilitando la marcha atrás de tu vehículo.
La pega de todo esto, es que a veces te sientes tan confuso que, sabes bien la teoría, pero no puedes aplicarla en la práctica por muchos motivos. El principal, la confusión y la falta de claridad mental. Pero también las pérdidas instantáneas de memoria. El descanso insuficiente. La falta de alicientes e ilusión. El no tener visión en perspectiva. No tener paciencia para esperar tiempos mejores. Dar demasiada importancia a los desajustes diarios y rutinarios.
Y si te dedicas a compararte con situaciones peores que la tuya, te preguntas por qué se te hace todo una montaña, si es lo mismo que te encuentras cada día, ni más complicado, ni más engorroso. Esas neuronas están sumidas en un caos. Hay que ponerlas en orden.
¿De dónde sacas fuerzas para acabar con esta situación? Pues a lo mejor de un bocata de atún en Casa Guillermo con mi amigo PKDOR, bebiéndonos un Valbuena 5º con Rafa, o unas cervezas con little, Vicent y GAN, aunque no descartamos la opción horchata, o una comida con los compañeros de trabajo sobando a dos despampanantes garotas.
Aunque, más bien, se tiene que dar cuenta uno mismo que este camino puede llevar a un descarrilamiento. Si la vía está en mal estado, hay que disminuir la velocidad, o invertir para renovarla y poder ir sin baches a velocidad normal con todas las agujas a vía directa. Ahora mismo uno se siente estacionado en una vía muerta. Hay que maniobrar para apartarse a vía desviada, y ponerse en condiciones de salir de nuevo a la vía general, y ocupar el surco que tienes asignado para hacer la marcha normal, sin forzar.
Pero voy a acabar en plan positivo este post. Considero que uno puede buscar refugio en la lectura, la música o Internet, como hago yo en mis ratos de ocio. Pero para mí no son válvulas de escape. Sí lo son esas actividades diferentes que te hacen superarte y demostrarte que puedes ser bueno en otra cosa. En ese sentido, la música y la lectura aplicadas a Internet, como hago últimamente en este blog, son buenas válvulas de escape.
Recuperar mi golpe de tecla, aquel ramalazo mental que me obligaba a salir disparado al teclado a plasmarlo en un texto, es mi objetivo a corto plazo. Ponerme ante el ordenador y aparecer como arte de encanto las palabras escritas en la pantalla, confeccionando un texto con cuerpo, mensaje y ameno, como me salían antes. Así como volver a empuñar la raqueta y pegar esos saques bestiales, y esas jugadas imposibles, sin lesionarme. O, más a largo plazo, intentar volver a los nervios de los exámenes universitarios. Actividades que me obligan a superarme y a intentar hacerlo cada vez mejor. Cuando lo logre, os vais a enterar...
La vida es muy dura. Acumulamos mucha tensión y soportamos mucha presión. Un carácter extrovertido, ayuda a expulsar algo de esa presión. Pero si eres introvertido, esa presión sale inevitablemente por algún lado.
A mí se me manifiesta mediante una molesta urticaria desde hace mucho años. Y tengo suerte. Porque a otros se les manifiesta de otra forma más drástica. Aún tengo que dar gracias.
Hace años, un compañero de trabajo muy querido y a quien un maldito virus se llevó este verano con solo 42 años, tuvo la idea de habilitar una página web llamada “Válvula de escape”, en la que los compañeros nos explayásemos de todo lo que en el trabajo teniamos que callar. Fue una buena idea, pero pienso que, realmente, lo que necesitábamos precisamente era no hablar del trabajo. Hablar de cualquier cosa menos de eso.
Mis compañeros tienen un trabajo de mucha responsabilidad. Durante las ocho horas de faena tienen que aguantar averías constantes en las instalaciones, y tienen que suplirlas con la seguridad del factor humano. Hay veces, y los últimos meses han sido pródigos, que las averías y los problemas son diarios. Ellos tienen la “suerte” de que cuando firman la entrega al relevo, desconectan, y hasta el día siguiente no se acuerdan. Esta es la teoría, porque cuando has hecho algo que piensas que podrías haber hecho mejor, no dejas de darle vueltas. O si has tenido un día agotador, no te recuperas hasta días después. Y si encima has tenido la mala suerte de intervenir en un accidente o un conato, no te dejan desconectar en días o semanas de entrevistas y declaraciones.
Digo que ellos tienen la “suerte”, porque yo no la tengo. Yo tengo otra suerte, y es la de no hacer turnos ni trabajar noches ni festivos. Tengo una faena agotadora durante el día, llego a casa muchas veces extenuado. Pero me llevo los problemas a casa. Y mucha culpa de ello es por mi carácter. No puedo ver sufrir a compañeros que tienen problemas causados primordialmente, o agravados, por temas laborales. Como dice un amigo, los somatizo. Y eso me acarrea presiones internas muy fuertes.
Uno necesito válvulas de escape. Pero últimamente, las válvulas, una por una, se estropean y no hay recambio.
Puedes buscar refugio en la lectura, la música o Internet. Pero estas válvulas sólo te hacen olvidarte un tiempo de lo tuyo. No te regeneran y te renuevan la fuerza interior.
Realmente, y pensándolo con frialdad, las mejores válvulas de escape están en la cabeza de uno mismo. Muchas veces se magnifican los problemas, entras en una dinámica negativa y siempre ves la botella medio vacía. Comparar situaciones vendría bien para que uno se dé cuenta de que hay gente que tiene situaciones más graves a las que hacer frente, y lo llevan con mejor actitud. Todo es cuestión de saber valorar lo que uno tiene, y si vale la pena ponerlo en peligro por puro egoísmo.
Quizá nos pasamos demasiado tiempo buscando esas válvulas de escape externas, y resulta que las tenemos en nuestras propias neuronas. Sólo hay que tener la cabeza fría y, hablando en términos tenísticos, pararse en seco y ver por dónde viene la bola para darle fuerte en la mejor posición, y que alguien o algo te haga abrir los ojos y por fin grites ¡eureka! El estado anímico positivo de uno depende de su actitud. Cuando te obcecas en que no hay salida, tú mismo estás poniendo los ladrillos del muro del final e inhabilitando la marcha atrás de tu vehículo.
La pega de todo esto, es que a veces te sientes tan confuso que, sabes bien la teoría, pero no puedes aplicarla en la práctica por muchos motivos. El principal, la confusión y la falta de claridad mental. Pero también las pérdidas instantáneas de memoria. El descanso insuficiente. La falta de alicientes e ilusión. El no tener visión en perspectiva. No tener paciencia para esperar tiempos mejores. Dar demasiada importancia a los desajustes diarios y rutinarios.
Y si te dedicas a compararte con situaciones peores que la tuya, te preguntas por qué se te hace todo una montaña, si es lo mismo que te encuentras cada día, ni más complicado, ni más engorroso. Esas neuronas están sumidas en un caos. Hay que ponerlas en orden.
¿De dónde sacas fuerzas para acabar con esta situación? Pues a lo mejor de un bocata de atún en Casa Guillermo con mi amigo PKDOR, bebiéndonos un Valbuena 5º con Rafa, o unas cervezas con little, Vicent y GAN, aunque no descartamos la opción horchata, o una comida con los compañeros de trabajo sobando a dos despampanantes garotas.
Aunque, más bien, se tiene que dar cuenta uno mismo que este camino puede llevar a un descarrilamiento. Si la vía está en mal estado, hay que disminuir la velocidad, o invertir para renovarla y poder ir sin baches a velocidad normal con todas las agujas a vía directa. Ahora mismo uno se siente estacionado en una vía muerta. Hay que maniobrar para apartarse a vía desviada, y ponerse en condiciones de salir de nuevo a la vía general, y ocupar el surco que tienes asignado para hacer la marcha normal, sin forzar.
Pero voy a acabar en plan positivo este post. Considero que uno puede buscar refugio en la lectura, la música o Internet, como hago yo en mis ratos de ocio. Pero para mí no son válvulas de escape. Sí lo son esas actividades diferentes que te hacen superarte y demostrarte que puedes ser bueno en otra cosa. En ese sentido, la música y la lectura aplicadas a Internet, como hago últimamente en este blog, son buenas válvulas de escape.
Recuperar mi golpe de tecla, aquel ramalazo mental que me obligaba a salir disparado al teclado a plasmarlo en un texto, es mi objetivo a corto plazo. Ponerme ante el ordenador y aparecer como arte de encanto las palabras escritas en la pantalla, confeccionando un texto con cuerpo, mensaje y ameno, como me salían antes. Así como volver a empuñar la raqueta y pegar esos saques bestiales, y esas jugadas imposibles, sin lesionarme. O, más a largo plazo, intentar volver a los nervios de los exámenes universitarios. Actividades que me obligan a superarme y a intentar hacerlo cada vez mejor. Cuando lo logre, os vais a enterar...
Lo malo de esta situación que describes, amigo JL, es que ese estrés se va acumulando poco a poco, sin darte tiempo a que te des cuenta de ello.
ResponderEliminarUn día oyes decir que uno de tus compañeros está de baja por estrés, y tú piensas que eso no va contigo, que la experiencia, o mejor, la ignorancia, te han hecho inmune a ese virus de la distorsión.
Pero la realidad (nos guste o no) es que te vas escorando lentamente, sin sentir el mareo que se origina en esas aguas turbulentas en las que pretendes navegar a toda costa. Y un día, por las buenas, te das cuenta de que tú también estás empezando a zozobrar, y que todo comienza a caer por la borda... En ese momento comprendes que ya no hay solución, y entonces te preguntas, perplejo, cómo no has sabido darte cuenta (con lo buen marinero que eras) de que te dirigías hacia la vorágine. Pero ya no hay solución, y te hundes con todo el equipo.
Salir a flote es otra historia... ¿Cómo darse cuenta de que la cosa comienza a irse a pique para poder poner remedio? Eso, amigo JL, nadie lo sabe.
Hace un tiempo, al salir de trabajar, vi ese vaso del que hablas. Pero no estaba ni medio lleno ni medio vacío. Estaba allí, con el nivel justo por la mitad, sin más. Pensé: "Mala cosa... Si no soy capaz de verlo ni medio lleno ni medio vacío, ¿en qué clase de máquina me he convertido?"
Por suerte, creo que supe pisar el freno a tiempo: eché un cabo a una orilla y otro a la otra, y el barco permaneció estable.
Estable... Sí, pero, ¿por cuánto tiempo?
Y lo malo es que poco a poco te vas dando cuenta que algo no funciona, que haces y piensas cosas que antes no hacías, que no soportas a gente que antes aguantabas, que nada te satisface, y que cualquier cosa que se salga de lo normal te pone de los nervios.
ResponderEliminarLa alergia es un síntoma inequívoco de que el cuerpo se está defendiendo de algo, pero no le quieres dar importancia.
Y lo malo es que acudas a un profesional y te suelte que estás inmerso en un estado de depresión. En ese momento asientes, pero cuando sales, reflexionas, y te preguntas cómo has llegado a eso. Sí tú nunca has tenido problemas de ese tipo. Y que has de estar firme y bien situado para los cambios que se avecinan. Y te dices que, aunque eches un cabo a una y otra orilla, una corriente medianamente fuerte se te va a llevar a la deriva. Y a saber dónde acabas.
Pero, como digo en el post, seamos positivos, no demos vueltas a cosas tan serias, y hagamos cosas diferentes en las que podemos rendir muy bien. Que la rutina diaria es muy dura para andar en todo momento pensando en ella.
Bonico, haga como yo: a ciertas alturas de la vida que todo sea secundario menos el buen vivir. Y a practicar ese buen vivir. Lo demás es lo contrario, un sinvivir.
ResponderEliminarLittle
Hay gente que me ha dicho eso mismo, little. Gracias por aconsejármelo. Pero hay que asumir las responsabilidades de cada uno. Aún así, creo que empieza el momento que uno debe empezar a pensar, sobre todo, en uno mismo.
ResponderEliminarLa situación que describes me resulta muy conocida, pero desgraciadamente yo tampoco conozco remedios eficaces para ella. Las válvulas de escape son imprescindibles, desde luego, pero muchas veces acaba uno preguntándose si serán suficientes, o adecuadas, o lo que sea... y ya estamos otra vez con la comedura de coco. Por no hablar de otras consideraciones relacionadas con esas válvulas. Por ejemplo: están cada vez más extendidas las técnicas de relajación, y los deportes de aventura tienen más y más practicantes. Y es que abunda el ejecutivo estresado (o el aspirante a serlo), que necesita "recargar las pilas" practicando la meditación zen o el rafting antes de volver a la estimulante realidad, cuchillo de abordaje entre los dientes. Se da por supuesto que existe una actividad principal, que es la relacionada con la producción, y una serie de actividades complementarias cuya misión es mantener en óptimo estado la maquinaria productiva. Se dice y se repite que hay que estar preparado para los retos que plantea la vida diaria. Y para los que se avecinan. La palabra "reto" es recurrente en este tipo de planteamientos. También lo es la palabra "autoestima". En relación con ésta, otra de las cosas que también se dan por supuestas es que la autoestima es algo maravilloso. Mantenerla alta es una especie de erección psíquica que nos hace sentir en armonía con el cosmos. Tenemos que ser capaces de demostrarle al mundo, o a nosotros mismos, que somos capaces de rendir al máximo en alguna actividad estimable. "Demostrar" y "rendimiento" son también palabras clave en la jerga dominante. Las incorpora uno a su fuero interno, como sin querer, y acaba convirtiéndose en una máquina de justificar su propia existencia.
ResponderEliminarCada vez estoy más convencido de que la autoestima es una trampa para cazar ratones. Porque los ratones necesitamos demostrar que podemos ser gatos. Y los gatos, que pueden ser perros. Y los perros...
También creo que todo esto tiene que ver con un error básico de percepción: el que nos lleva a creer que el mundo está ahí para que nos apropiemos de él, aunque sea con los guantes blancos del conocimiento. Como si uno mismo no formara parte de él. Pero el mundo no es una mariposa ni yo soy entomólogo. Un buen día descubro que también yo soy una mariposa. Nocturna. Sin formas ni colores llamativos, como casi todas las mariposas nocturnas. Pero ahí estoy, en medio de la oscuridad, dando palos de ciego y tratando de no ser permanentemente sublime ni de acreditar a cada paso que merezco el aire que respiro. No quiero ya demostrar ni demostrarme nada. Quiero que mi vida no dependa de esas cosas. Porque son precisamente esas cosas las que me llevan al atolladero. Estoy cada vez más convencido. Lo que pasa es que no es fácil vivir de acuerdo con semejante convicción cuando se vive como se vive y donde se vive.
@ ttl:
ResponderEliminarIntentando contestarte me siento un Hans Castorp ante Settembrini.
Sí, las válvulas de escape son necesarias. Pero no paramos a pensarnos si no sería lo mejor pensar en los modos de evitar tener tanta presión (prevención), y no pensar tanto en las válvulas de escape (remedio). Hasta para esto tenemos que hacer negocio.
Sin embargo, estamos pillados. Nos hacen creer que hay que tener autoestima para frontar esos retos diarios. Es que en este mundo te tienes que creer lo que no eres. Y precisamente las disfunciones surgen consecuentemente por esa vertiente.
Surgen porque tú has crecido con unos principios y una escala de valores. Y cuando eres mayor, te obligan a actuar de manera diferente. Con la excusa de que debes mantenerte y mantener a los tuyos, y procurarte una comodidades vitales crecientes. Y con la zanahoria ante el burro de irte de vacaciones más lejos que tu amigo, y de fardar de mejor coche que tu vecino.
Cuando te dicen que tienes que ser duro y velar por los intereses de la empresa, sin tener en cuenta las necesidades y las dificultades de las personas cuyos horarios gestionas, diversos resortes corporales se te disparan.
Algunos, esos resortes los tienen enmascarados con una película impermeable y opaca. Esos los que triunfan en esta vida. Los que no reparan en medios. Los que no sufren del estómago. Los que sólo te dicen hola, porque les interesa para su ascenso social y/o laboral
Pero el común de los mortales puede resistir unas semanas, meses o años. Las contradicciones aflorarán. En forma progresiva o explosiva. Unos encontrarán válvulas de escape para tapar las vías de agua, pero a otros se les irá hundiendo el barco hasta que puedan achicar el agua, o no puedan y aparezcan en el fondo del mar, matarile-rile.
Siempre tenemos que demostrar. Como las fórmulas matemáticas. Ya no vale el "se le supone" militar. Tenemos que demostrar que somos capaces de sacar las castañas del fuego, de imponer una decisión empresarial manu militari si hace falta, o de no dar problemas a los jefes, que ellos son los que piensan (o, al menos, les pagan para eso) lo que tú tienes que ejecutar después, te guste o no te guste.
¿Sabes, ttl? Leer tu mensaje y contestártelo, ha sido una fabulosa válvula de escape. Como no te lo puedo pagar con hijos (cosas más inverosímiles ha conseguido la ciencia), lo haré con mi disposición a escuchar. Y con los tiempos que corren, eso creo que eso vale mucho.
Gracias, JL. Conozco sobradamente tu buena disposición, no sólo a escuchar. Y creo que sí, que eso vale mucho. En realidad, es lo único que vale. Y no por las ventajas recíprocas que pueda conllevar el "buen rollo", sino por algo de mucho mayor alcance. Mi opinión acerca de esto la resumo con una de mis habituales frasecitas: ¿Qué demonios entenderán por "amistad" quienes dicen que hay que tener amigos hasta en el infierno?
ResponderEliminarPorque, efectivamente, hay muchas personas que actúan según el principio de que nunca se sabe cuándo habrá que echar mano de fulanito o de menganito, y procuran ir sembrando para las épocas de escasez. En general, personas extraordinariamente afables, cierto es, pero con una idea demasiado utilitaria de lo que es relacionarse con el prójimo. Al menos para mi gusto.
Así que la "buena disposición" la entiendo yo, no como una oportunidad de provecho propio, ajeno o mutuo, sino como actitud valiosa por sí misma. Hay que ser como tú (JL) eres, aunque eso te valga dolores de cabeza y postergamiento en el escalafón. El verdadero mediocre es el que hace del éxito y del lucro la medida de todas las cosas. Una mediocridad ("aurea mediocritas") muy distinta recomendaba Horacio con su "dichoso aquel a quien, con mano parca, el dios concedió lo necesario".
La literatura, la música, el arte en general o, sin necesidad de remontarnos a las alturas del Berghof, una charla con los amigos o la simple contemplación de un paisaje, más que "válvulas de escape" son acaso la auténtica razón de ser lo que de verdad importa ser. Lo otro, lo que todos consideran decisivo, no es más que intendencia, asuntos a los que hay que atender para que no se nos coma la roña. Importa ocuparse de ellos con cierta diligencia, pero convertirlos en el centro del Universo, más que un error, es una soberana estupidez.
Para terminar el sermón de hoy, queridos hermanos, transcribo un párrafo de "El libro del té", de Kakuzo Okakura (Miraguano Ediciones), obrita absolutamente recomendable en todos los aspectos:
"(...)en percibir las cosas en su justa medida, cediendo lugar a los demás sin perder el propio, radica el secreto del éxito en el drama de la vida. Para interpretar bien nuestro papel es necesario conocer toda la obra. El sentido de la totalidad no debe confundirse, ni perderse, en el individualismo.
"Lao Tsé lo explica en su metáfora predilecta sobre el vacío: sólo en el vacío, aseguraba, reside lo verdaderamente esencial. La realidad de una habitación, por ejemplo, no se encuentra en el techo o las paredes, sino en el espacio que estos elementos delimitan. El cántaro es útil para transportar agua porque está hueco, no por la forma o el material con que ha sido fabricado."
Como decía Brus Li en el anuncio: bi guoter, mai fren.
@ Settembrini, digo...@ ttl:
ResponderEliminarSigo sin creer en los Reyes Magos, sobre todo después de que estas Navidades el Melchor de mi pueblo se parecía mucho al primo Dani de mi mujer, pero tengo que dar las gracias porque me está empezando a dar uno de los deseos que le pedí en uno de los ultimos párrafos de mi carta.
Y es el cariño. Esta semana no sólo lo he recibido de forma verbal, sino escrita, y, sobre todo, gestual. Os lo agradezco a todos y a todas.
Con tu contestación empiezas a despejarme una de mis dudas existenciales, y sé que no tengo el mejor puesto laboral para hacerlo, pero sí que recibo retroactividad de que tan mal no lo hago. Eso me da muchos ánimos. No sabes cuántos.
Ahora mismo he pasado el día en cama con una afección estomacal (encima sufriré una crecida, estas edades), pero el lunes prometo dar guerra.
Gracias a todos.