jueves, febrero 01, 2007

LA MONTAÑA MÁGICA DE THOMAS MANN

Extraordinario. Es el mejor adjetivo que puedo encontrar para describir esta novela. Es un relato con un tempo y unos razonamientos filosóficos profundos en ocasiones, que engancha a medida que vas leyéndolo.

Mucha gente opina que es una novela dura de leer. Sobre todo por su extensión (alrededor del millar de páginas). Es una reflexión continua sobre el tiempo. Sobre la proximidad de la muerte. Sobre el suicidio. Sobre la vida de “allí arriba” en contraposición a la de “allá abajo”.

Al principio el tiempo pasa despacio. Llegamos casi a la mitad del libro, y sólo han pasado tres o cuatro meses desde la llegada del estudiante e ingeniero en aprendizaje Hans Castorp al hotel de lujo, disfrazado de sanatorio, de Berghof, en la alta montaña de los Alpes. Va a visitar a su primo, el recto militar Joachim, durante tres semanas. Su primo tiene una enfermedad respiratoria que debe curar, ya que si sigue su vida normal corre el grave riesgo de empeorar. Pero su estancia se prolongará bastante más de lo que pensaba, porque pasa de ser visitante a convertirse en un paciente más.

Hans empieza a acostumbrarse a no acostumbrarse. En la montaña, nada es igual. El tiempo se mide por unidades básicas de un mes. Los días no cuentan. Las estaciones llegan a confundirse. El amor fluye en la atmósfera, en modo platónico. No se concibe un amor verdadero en dos cuerpos enfermos. Es un amor sin futuro.

Los espacios de tiempo ociosos se consumen en la lectura, la filosofía y los paseos. Hans se siente horrorizado ante una puerta que golpea bruscamente cuando está sentado en el comedor, y su mirada se topa con unos ojos rasgados, “tártaros” dirá su preceptor. Será un amor de miradas, sin palabras, justo hasta el día antes de la partida de su amor. Con una declaración bellísima de Hans en francés, su querida Clavdia partirá sin fecha de retorno.

Hace amistad con el viejo italiano Settembrini, humanista y progresista, que le enseñará a pensar en ese ambiente donde no se piensa. Sus discursos son brillantes, y la mayoría de las veces fuera del alcance de la mente de Hans. El italiano pretende enseñar al joven, al que tacha de “niño mimado por la vida”.

Su primo no aguanta la falta de mejoría de su enfermedad, y decide volver a su ejército. Meses después deberá volver, y él sabe que ya no retornará a su vida militar.

Su familia de Hamburgo intenta rescatar a Hans, pero éste se niega a dejar su montaña mágica, con la excusa de que no está totalmente curado, pero en realidad espera la vuelta de su amada. Esta negativa a dejar su actual vida implica, y él se da cuenta, renunciar a su carrera y vida para la que estaba predestinado por lazos familiares.

El italiano deja el sanatorio y se instala en el pueblo de Dorf, junto a su contrapuesto ideológico, Leo Naphta, jesuita y escolástico. Sus duelos verbales son impresionantes. Muy profundos. Ambos compiten por hacerse con las mentes de Hans y sus amigos, y finalmente, y llevados por un ambiente de hostilidad, lo llevarán mucho más lejos.

Echa de menos a su primo el ínterin de su incorporación a filas, y lo llena con nuevos amigos y con charlas con sus dos mentores. Es de destacar el relato de su excursión con esquís, viéndose atrapado por una repentina tormenta, de la que parece que nos vamos a quedar sin protagonista, pero en última instancia desaparece tan rápido como sobrevino.

Su amada Clavdia vuelve. Pero, para desdicha de Hans, lo hace acompañando a un acaudalado y absorbente holandés, Mynheer Peeperkorn, por el que Hans se ve subyugado. No lo hace por la profundidad de su pensamiento, pues no es capaz ni de terminar las frases, pero sí por su carácter arrollador. Y por ser el destinatario del amor, interesado, de su Clavdia. Ésta se siente desilusionada por el comportamiento acomodaticio de Hans, y le manifiesta su miedo a los sentimientos con el holandés.

El torbellino holandés hace que hasta los ideólogos Settembrini y Naphta los acompañen en sus paseos. Pero sus continuas fiebres que lo mantienen en cama, y la confesión de Hans de que ama a Clavdia, le hacen tomar una decisión irrevocable.

Este es el punto culminante de la obra. A partir de ahí, desaparece Clavdia, los acontecimientos pierden en intensidad, y Hans se deja llevar. Ya no lleva cuenta ni del tiempo. Cuenta el detalle de que se le rompe el reloj, y decide no reponerlo. Encuentra una nueva ilusión en un gramófono recién llegado al sanatorio y en la música de ópera. Y en el espiritismo a través de una paciente. Llega a ver el espíritu de su primo, y el último capítulo quizá sea el colofón de este encuentro.

Los últimos capítulos infunden pesimismo, y desembocan en la última discusión entre Naphta y Settembrini, y en su resolución expeditiva.

Cuando lleva 7 años “allí arriba”, Hans despierta repentinamente a la luz de los sucesos mundiales, y cree llegado su deber de luchar por sus ideales y por los deberes inconclusos de su primo Joachim.

Las últimas páginas nos hablan de un Hans batallando en los campos embarrados de Europa, y nos dejan el final abierto, como concluyendo que el protagonista de la historia es el Hans del Berghof.

Hablaba del suicidio como tema, ya que su padre se deja llevar por la muerte repentina de su madre. Es como un suicidio encubierto. Su primo decide retornar a la vida militar, cuando aún no estaba curado, y los resultados se percipitan en un año. Se suicida Mynheer Peeperkorn por su vejez, su enfermedad, y su amor no correspondido en realidad. Se suicida uno de los duelistas. Y se suicida Hans, porque sabe que tiene pocas probabilidades de salir vivo de la guerra. En sentido figurado, también se suicida, porque decide no volver a su carrera de ingeniero.

Y de la muerte. Desde bien pequeño, la muerte ha flirteado con su entorno. Su madre, su padre, su abuelo. Lo instalan en una habitación recién desinfectada por fallecimiento. Decide acompañar con su primo a enfermos terminales. Mueren personajes muy próximos. Y el final deja traslucir que también él.

Gran libro. Para leerlo de nuevo. Sobre todo, las discusiones filosóficas, en las que no les llegas a sacar el jugo que tienen.

4 comentarios:

  1. Pedazo de libro el que le acabas de regalar a tu inteligencia y a tu sensibilidad.

    Uno siempre emprende la lectura de estos "monumentos literarios" con una mezcla de aprensión y curiosidad. ¿Será tan bueno como dicen los entendidos? Y si a mí me parece un tostón, ¿seré yo un ceporro?

    Pero luego se mete uno en las páginas de esa montaña verdaderamente mágica, y al terminarlas SABE que esa lectura es de las que dejan huella duradera.

    Y al cabo de veinte años, movido por la curiosidad (otra más) de saber si el texto resiste la prueba de su relectura, comprueba uno que no sólo la resiste sino que, como el buen vino, el libro ha mejorado con el tiempo. Y descubre cosas que habían pasado desapercibidas la primera vez. O que ya no recordaba. Como por ejemplo, que bajo las consideraciones de alto bordo filosófico de que el libro está cuajado, fluye una corriente poética de la mejor estirpe. Lirismo contenido, que precisamente por esa razón acaba calando profundamente en el ánimo. Y no me estoy refiriendo sólo a la peripecia amorosa del protagonista.

    He aquí un botón de muestra:

    "Nevaba dulcemente. Todo se confundía. La mirada se movía dentro de una nada blanda, y se inclinaba fácilmente al sueño. Un estremecimiento acompañaba al sopor, pero luego no había sueño más puro que ese sueño helado, sueño que no estaba afectado por ninguna reminiscencia del peso de la vida, sueño sin sueños, porque la respiración del aire rarificado, inconsistente y sin olor ya no pesaba sobre el organismo, igual que la no respiración del muerto."

    Sin más comentarios.

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  2. Pues yo pertenezco al cupo de los que no han conseguido acabar de leerlo después de intentarlo varias veces. Ahora sólo me limito a observar como vegeta en la librería.

    Little

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  3. Pues yo soy de los que ni lo ha intentado ni, de momento, tiene ganas de intentarlo.

    Con independencia de lo anterior quiero desde aquí mostrar mi más sincera admiración por JL... una de las pocas personas capaz de terminar el "Ulises" y a continuación "La Montaña Mágica", y encima quedarle ganas para contarlo...

    Pkdor

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  4. @ PKDOR:

    así estoy...Sin embargo, amenazo con leerme la sexalogía de Max Aub sobre la guerra civil.

    De momento, me estoy culturizando con los samurais, los ronins, los ninjas, Miyamoto Musashi (el de la ciudad de los musashos) y las guerras Gempei. Toma ya...

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